miércoles, 6 de enero de 2016

¡Y llegó Chiara!

Me juré que esta vez no me demoraría ocho meses, como me demoré con el blog de Giulia, en escribir sobre el parto de Chiara. Cumplí, ¡recién van siete meses! La verdad lo debí y pude hacer antes pero la flojera pudo más. Esta vez creo que no fue falta de inspiración (más bien espero que no me falte ahorita que finalmente me siento a escribir) sino dejadez o, más que dejadez, ganas de disfrutar no haciendo nada más que estar con mis hijas (y descansar cuando se pudiera). Digamos que me tomé un verdadero post natal.

En los primeros días después del parto tenía este post listo en mi cabeza, ahora no tanto así que tocará hacer memoria e improvisar.

¿Cómo fue mi parto? Pues en una palabra ¡RAPIDO! Tuve el parto que deseaba, pude sentir las contracciones y decirle a Alberto “es hora de ir al hospital” como quería. No me tuvieron que inducir, di a luz sin epidural, fue perfecto. No fue como me lo imaginé porque supongo que ningún parto es pero igual creo que jamás me lo hubiera imaginado así.

Ese día, el 27 de mayo, tuve un día ajetreado. Estuve en la calle con mis papás “volantuseando” y en tiendas. Fuimos a Tesco a hacer compras (en nuestro metro bien contentos, creo que de regreso si tomamos un taxi) y hasta nos quedamos a almorzar ahí. Una amiga peruana, en son de broma, me había dicho que comiera chifa (la fusión de comida china con toque peruano que se come en Perú) porque dicen que eso te hace parir. Pues comí “chifa” (en realidad comí chino hungarizado supongo pero lo importante era la parte china creo) y hasta le tomé foto a mi plato para mandárselo a mi amiga.


De vuelta a la casa a eso de las 4pm, mis papás se fueron a recoger a Giulia al nido y yo me quedé sola, descansando un rato porque estaba muerta con la caminata. Estaba cansada y medio adolorida, pero nada que no se pudiera explicar con el día que había tenido. Mientras estaba en la casa “decidí” que ya tenía que dar a luz, que al día siguiente que iba al ginecólogo para mi chequeo le iba a pedir que haga una maniobra para ver si empezaba el trabajo de parto en los próximos días, antes que se cumpla la semana 41. Así se me acababa el estrés de estar yendo a mis chequeos diarios y la angustia de que en cualquier momento me dicen que me tienen que inducir. De hecho, cuando fui al parque a alcanzar a mis papás y a Giulia, me encontré con unos amigos y les anuncié que yo “daba a luz mañana, a más tardar el jueves”. ¡Estaba decidido!

Volviendo a la casa para cenar –como a las 7pm-, empecé a sentir un dolor medio raro, pero nada muy fuerte, la verdad no sabía bien qué era, como hincones pero suaves, lo que si me resultaba sospechoso era que se repetían cada cierto tiempo. Se los comenté a mis papás y a mi prima por whatssapp pero no estaba muy convencida de que fueran contracciones, eran como cólicos. Cociné y cené normal y cuando llegó Alberto –que justo ese día llegó tarde- le dije lo que sentía pero que no estaba segura si eran o no contracciones, que podían ser contracciones de mentira pero que igual mejor comiera bien por si nos tocaba una noche larga.

Como seguía sintiendo dolor, a las  22:16 llamé a mi doula y le comenté lo que pasaba. Ya los hincones estaban siendo más regulares y más frecuentes pero aún no me dolían mucho. Ella me dijo que habían dos posibilidades: que no me dolieran porque no eran fuertes (y no de verdad) o que no me dolieran porque A MI no me dolían. Me recomendó que me tomara una copa de vino y me diera una ducha de agua caliente. Dijo que si son contracciones falsas, pararían con esas dos cosas, que si no paraban, probablemente seguirían y sí era trabajo de parto. No hice lo del vino, no sé por qué, pero si me fui a duchar. Y las contracciones no pararon. Me quité mis anillos (creo que me quedé sólo con el aro), pulseras y aretes largos y me vestí con el look hospital que ya tenía pensado. Le dije a Alberto que mejor se echara a dormir por si acaso y yo me quedé sentada en el sofá de la sala chateando con mi prima, tomándole tiempo a las contracciones y esperando que me duelan más para decidir hacer algo.

A las 23:17 me di cuenta que Réka, la que había sido mi doula en el primer parto y que vive en Estados Unidos, estaba conectada en el Messenger de Facebook (¡felizmente!) y le escribí. Le conté la situación y le pregunté, ya que ella es la única, además de Alberto, que me había visto dar a luz, si creía que las contracciones –que en ese momento ya eran cada 5 minutos- no me dolían porque faltaba más tiempo o porque a mí no me duelen porque tengo una tolerancia alta al dolor. Su respuesta fue: “eres tú, yo que tú me voy moviendo”. En ese momento, llamé a la obstetra que había contratado especialmente para que atienda mi parto, le mandé un SMS a Agota, la doula que estaba pendiente (antes le había dicho que las contracciones no habían parado y que cualquier cosa le avisaba), desperté a Alberto y llamé al taxi. Eran las 23:51. Mientras esperaba que Alberto bajara, fui al baño. Y ahí se apuró todo aún más.

Yo sabía que durante el trabajo de parto te recuerdan ir a orinar con frecuencia para vaciar la vejiga para que esta, por estar llena, no bloquee la salida del bebe. Bueno, eso era exactamente lo que estaba haciendo mi vejiga, bloqueando la salida de Chiara. En el momento que fui al baño y estando aun esperando a Alberto y al taxi, las contracciones pasaron de ser cada 5 min a ser cada 2… y repito, ¡estaba aún en mi casa! Ahí ya el dolor era un poco más intenso, aún súper soportable pero ya no quedaban dudas de que estaba por dar a luz.

Bajé a tomar el taxi a las 12 de la noche exactas, según Alberto el taxista tenia cara de preocupación. Yo ya en ese momento dejé de monitorear las contracciones y de comunicarme con el mundo exterior (hasta hacía poco seguía manteniendo informadas a mi prima y a un par de amigas). Las contracciones ya eran como cada minuto. FELIZMENTE era media noche y llegamos en diez minutos al hospital. Cuando llegué, en la recepción de la maternidad estaba sólo la enfermera de turno que cuando le dije cada cuanto eran las contracciones casi se cae de espaldas. Claro que la caída de espaldas no le impidió pedirme el contrato con el hospital para registrarme (¡!)…

Nos llevaron a mi cuarto y Alberto tuvo que ayudarme a desvestirme y ponerme la bata porque yo ya no atinaba a nada. Caminamos a la sala de parto y cuando llegué no había NADIE, sólo yo y Alberto y la enfermera de turno que, muy linda, me ayudaba sobándome la espalda. Le pedí que me pasara la pelota de yoga para sentarme (así hice todo mi trabajo de parto de Giulia), di bote dos veces y se rompió la fuente. Yo de verdad que me había olvidado por completo de la fuente y de que se tenía que romper. Me agarró por completo de sorpresa. Según Albero que mi cara de sorpresa fue muy tierna… En ese momento, llegaba la obstétrica literalmente corriendo mientras se ponía el gorro y los guantes; atrás llegaba Agota que, muy diligentemente traía su hervidor de agua en la mano (yo le había dicho que quería que me pongan paños tibios al momento de las contracciones para ayudarme con el dolor). Cuando vio la escena, casi que tiró el hervidor porque se dio cuenta que no iba a haber tiempo para ni media jarra de agua hervida. Ahí no más llegaba la doctora – que era la de turno porque mi doctor no llegó a tiempo, de hecho, al día siguiente me contó –mientras se disculpaba como loco- que apenas lo llamó la obstétrica salió y en el camino llamó al hospital y la doctora de turno le colgó el teléfono en la cara diciéndole “no puedo hablar, tu paciente está casi dando a luz”-.

En ese momento si, no voy a mentir, el dolor era súper intenso. Tan intenso que, ilusa yo –sabiendo la respuesta y a pesar de no querer una en teoría - le dije a la doctora “¿creo que no va a haber tiempo para una epidural, no?. Ella, en vez de reírse en mi cara –cosa que dada la escena, no me hubiera ni ofendido creo- me dijo “primero te controlo y luego vemos”. Bueno, me controló y el veredicto fue: ¡la cabeza está casi afuera! En ese momento yo ya le estaba diciendo a Agota que necesitaba pujar. Me subieron (porque a mí ya no me respondía el cuerpo) a la camilla y, literalmente, en dos pujadas, a las 12:38am salió Chiara. De hecho me tuvieron que pedir que puje despacito. Al final di a luz con aro y reloj puesto, nunca hubo tiempo de ponerme los antibióticos con los que se supone tenía que dar a luz… si no es porque era así de tarde, quizás hubiera podido dar a luz en el taxi.

Inmediatamente después de que nació, me la pusieron encima y no me la quitaron sino hasta después de dos horas. Para nada, ni para lavarla, ni para medirla o pesarla, para nada. Me la dieron tal cual nació y así se quedó hasta que tocaba que yo también me parara para lavarme y caminar a mi cuarto. La tuve encima mío, piel con piel, tapada con una colcha de las que yo misma había llevado al hospital (la verdad no sé por qué no me dieron una pero fue lindo que fuera así). A la hora de sacar la sangre del cordón umbilical, a diferencia de lo que hicieron cuando nació Giulia que la alzaron para hacer que la sangre del cordón baje, las doctoras se tiraron al piso para que la sangre caiga, ni para eso me la quitaron.

Como era de esperarse, mi Chiarita se arrastró hasta la teta y lactó por primera vez como a la media hora de haber nacido. Yo que sabía que eso pasaría, no sé por qué sentía que la quería ayudar, y de hecho le pregunté a Agota si debía acercármela y ella me dijo que no, que la deje hacerlo sola. Y eso hice. Y eso hizo.


Debo decir que dar a luz sin epidural no fue para nada grave. Si, el dolor fue intenso, pero ese dolor fuerte duró muy poco, quince minutos como máximo. Es cierto que cada parto es distinto, algunos son más dolorosos e intensos que otros y cada mujer también es distinta, cada una resiste al dolor de manera diferente pero una de las cosas que creo es que uno le tiene mucho miedo al dolor porque no sabe cuánto va a durar. Quizás si uno supiera que el dolor fuerte va a durar 15, 20, 30 minutos y nada más, se lo aguantaría y ya, uno se prepararía mentalmente para aguantar. Es el no saber cuánto tiempo más va uno a tener que aguantar el que te hace querer usar anestesia…así fue como lo sentí yo al menos. Y claro, no hay forma de saber cuánto va a durar (¡a menos que tengas la cabeza del bebe ya afuera!).

Alberto no podía creer lo “fácil” y rápido que había sido todo, de hecho, cuando salió Chiara me dijo “¡si me aseguran que va a ser así otra vez, yo me animo a tener un tercero!”…como si lo más difícil de tener hijos fuera parirlos.

Lo más difícil del parto, tal y como me lo habían dicho mis amigas que no habían usado epidural, fue la revisión post parto y los puntos que –una vez más innecesariamente- me pusieron (aunque sólo fueron dos). Esta vez tampoco me rasgué pero, para variar, la doctora insistió, a pesar del consejo en contra de la obstétrica, en poner puntos en dos pequeños rasguños. Además, la revisión post parto fue más exhaustiva de lo normal porque me dijeron que en partos así de rápidos hay más riesgo de desgarres internos. La doctora que me atendió, aunque muy buena, no había tenido hijos y no sabía lo sensible que queda una (o lo sabía en teoría) y –por lo tanto- fue muy poco delicada. De hecho, en algún momento le tuve que decir que por favor me dejara en paz un rato y me dejara disfrutar el momento por unos minutos (Agota estaba orgullosísima de mi por haberme defendido y Alberto decía que me vio sufrir más con el post parto que con el parto mismo).

En cuanto al bonding con Chiara, fue mucho más fuerte que con Giulia. No se si fue el parto no medicado (se supone que hace diferencia), el hecho que ya era mamá y sabía lo que se siente por un hijo o que estaba mucho más relajada con todo (o una mezcla de las tres cosas). Pero de hecho, desde el momento mismo que nació fue diferente. No es que la quisiera más de lo que quiero a Giulia ahora pero si más de lo que la quise al momento que nació y durante los primeros días. Con Chiara todo fue más fácil, lo he disfrutado todo más. Desde el hospital, la etapa de recién nacida, todo. Hasta ahora que ya empieza a comer sólidos definitivamente estoy más afanosa que con Giulia (en parte quizás porque se supone que es la última y también porque quiero corregir los “errores” de la primera vez).  
Cuando mi Giulia nació, en el hospital estaba más pendiente de que se durmiera para pasarla a su cuna y como se me despertaba cada vez que la movía me frustraba; estaba más preocupada por poder descansar yo y para eso –según yo- tenía que ponerla en su cuna. Con Chiara no, si se dormía encima de mí y lloraba cuando la pasaba, pues la dejaba encima y dormía con ella ahí. No me obsesionó el tema de mi propio sueño… ya sabía cómo era y asumí las despertadas como algo que pasaría (además venía tan cansada de las últimas semanas de embarazo sin dormir que aunque me tuviera q despertar cada hora era feliz porque al menos lograba quedarme dormida). Con Chiara me tomé (y me sigo tomando) las cosas como venían sin hacerme problemas, hacía lo que había que hacer para estar las dos contentas. No me cuestionaba (y hasta ahora no lo hago) las cosas que hacía, ni pensaba en la opinión del resto o en si la voy a “malacostumbrar” a nada. Hacía (y hago) lo que me sale del corazón y ya.

Otra cosa que sentí muy fuerte fue un instinto de protección muy grande hacia Chiara (que además siento hasta ahora, lo sentía hoy mismo), de tener que quererla mucho porque como que era “la nueva”, la que todavía nadie quería (en contraste con Giulia que todos conocían y querían). Eso lo sentí los primeros días mucho y me regresa con frecuencia, sobre todo cuando la gente “se olvida” que Giulia también se despertaba de noche, también lloraba, también era una bebe normal. También sentí mucha pena por Giulia, por su tristeza, que a veces se le podía ver en la cara. Giulia nunca rechazó a su hermana, siempre la quiso, desde el primer día pero también desde el primer día –y hasta ahora- se notaba que me extrañaba. Eso ha sido y sigue siendo duro. Ojalá pudiera partirme en dos para darle la misma atención que le daba antes. Y si, ya se que no se acordará y que todos los hermanos mayores hemos pasado por eso y aquí estamos muy bien y sin traumas, lo se…pero también sé que para ella ha sido duro y que ha sufrido y eso a mi me estruja el corazón.
Así llegó Chiara, se tomó su tiempo pero una vez que decidió venir, no se hizo esperar.

Aunque se suponía que este es el último post, publicaré un último que será “Cronología del Parto en Imágenes” con la secuencia de los eventos del parto con las horas para que quede la constancia de lo rápido que fue todo…Y no, no son fotos del parto, son screenshots de todo lo que fue pasando hasta que finalmente nació Chiara


lunes, 25 de mayo de 2015

Esperando – 40 semanas y contando

Una vez más, heme aquí esperando. Ayer cumplí las famosas 40 semanas y, aquí estoy, con insomnio, escribiendo este post.

Yo que estaba tan feliz porque había logrado dormir bien los últimos días, otra vez las hormonas me traicionaron y vengo dando vueltas en la cama (y ahora en el sofá) hace horas. Me he puesto y quitado las medias dieciocho veces, puesto y sacado la casaca otras dieciocho, subido y bajado las escaleras al menos siete, cambiado de sofá y de colcha y/o sábana otras tantas y tomado ya dos vasos de leche (que seguramente no serán lo último que tome).


Así terminé durmiendo ayer.

En momentos como estos es que si pienso en que mejor ya doy a luz (aunque insisto, quién dice que voy a dormir mejor después del parto). En realidad, todavía no es que tenga un real apuro en parir. Aún me siento bastante bien, no estoy taaaan pesada aunque si es cierto que la presión de la panza se siente cada vez más. No es que “no quiera” dar a luz, es que tampoco “quiero”, simplemente quiero que pase cuando tenga que pasar, en el momento que sea pero que, de ser posible, sea de manera natural. El problema es que, tomando en cuenta que se me acaban los días que me quedan antes que me induzcan, pues sí, entonces si, por ese apuro, ya quiero que Chiara haga su aparición y estoy dispuesta a hacer de todo esta semana para apurar las cosas.

La verdad es que la inducción en sí misma no es tan grave, no es mi escenario ideal, pero es un procedimiento que ya conozco y con el que me fue muy bien. Lo que quiero evitar es terminar con una cesárea por una inducción que no funcione. Ahora, si funcionó la vez pasada que todo estaba en contra mío, no tendría porque no funcionar esta vez…eso es lo que me digo todos los días.

Ya desde hace dos semanas estoy yendo a que me monitoreen dejando un día… y desde hoy tengo que ir diariamente. Creo que eso es lo peor de llegar al final final del embarazo (al menos aquí que empiezan con los monitoreos frecuentes tan pronto; me decían que en Perú y en Austria sólo lo hacen cuando ya te pasas la fecha probable de parto), al menos para mí. Hasta lo del sueño es manejable (bueno, es manejable porque, felizmente, si he tenido días de dormir bien, seguro que si dormía mal TODOS los días ya estaría desesperada por dar a luz) porque puedo recuperar alguito durante el día (aunque hoy ha sido un día particularmente pesado con ninguna recuperación de sueño). Con esto del mal sueño me la paso en conflicto pensando “ya ven Chiara” o “mejor hoy no que estoy tan mal dormida que no aguantaría un parto”. L

No estoy segura exactamente sobre qué es lo que me desmoraliza tanto de ir a que me hagan el Test Anti Estrés, no sé si es la pérdida de tiempo (entre una cosa y otra al final son dos horas de que se me van, tiempo que era para mi y que se me va a acabar del todo pronto), no sé si es el miedo -cada vez más real- de que en una de mis idas me digan que me quedo a dar a luz y así perder mi chance de tener un parto no inducido o si es el tener que estar ahí sentada tomando café y comiendo chocolates para hacer que Chiara se mueva (no es muy “mañanera” y casi siempre está dormida cuando voy así que encima no se mueve y eso hace que el monitoreo tome más tiempo y que yo termine casi con coma diabético). No sé, el asunto es que de verdad me desanima estar yendo a la clínica tan seguido. Por otro lado, cada vez que me estoy por quejar por tener que ir, me acuerdo del caso de una ex compañera de trabajo que perdió a su bebé de un día a otro, al día siguiente de su probable fecha de parto, y ya me olvido un poco.

Lo bueno de todo es que mis papás ya están aquí y que, al menos, hago mi peregrinación al monitoreo en compañía (aunque me da pena que los pobres se peguen ese viajecito tan aburrido) y que me están ayudando muchísimo jugando con Giulia (que, obviamente, ni me mira casi) que está que no puede más con los abuelos en la casa.
Pero bueno, seguiremos esperando y confiando en que Chiara aparecerá pronto. Su hermanita la espera con ansias (le dice “¡Chiara sal!” y se dibuja abrazándola) y dice que ya va a venir a la casa de Giulia…ojalá no se equivoque y venga más temprano que tarde.
¡Los mantendré informados!





PD: En defensa de Alberto, debo decir que él se ofrece todos los días a dormir en el sofá o en el colchón pero soy yo la que le dice que no se preocupe porque nada asegura que yo si me duerma si me quedo en nuestra cama… ¿asi que para qué nos vamos a incomodar todos por gusto?

martes, 12 de mayo de 2015

Manejando expectativas

Fue tan buena mi experiencia en el parto anterior (la pueden leer aquí) que en ningún momento en este embarazo he tenido miedo del parto. Siempre he dicho que quiero que sea como el primero con las pequeñas “mejoras” que me fallaron con Giulia. Me gustaría que fuera natural de verdad (o sea no inducido) y, de preferencia, no medicado (léase, sin epidural). Me muero de la curiosidad de sentir que empieza el trabajo, que “ya es hora” y saber cómo se siente una contracción “natural”. Se supone que las contracciones inducidas son más fuertes que las naturales y por eso quiero saber cómo es una natural (porque la verdad las inducidas no me parecieron taaaaaan graves…al parecer mi umbral del dolor es alto, me lo han dicho siempre).

Claro, no le tengo miedo al parto pero tampoco es que no me genere ciertos nervios. A nadie le gusta sentir dolor y obviamente a mí tampoco pero creo que quiero ver a mi cuerpo hacer lo que debe y sabe hacer. Dar a luz es algo tan natural que me gustaría ver a mi cuerpo en acción, quiero dejarlo hacer su trabajo sin interrupciones y sin interferencias. Yo sé, a mucha gente le parece una locura esto y no entienden por qué querría hacerme esto y no facilitarme la vida con una epidural pero no, para mí es como un proceso que me gustaría vivir, quiero saber qué se siente y si pasar por eso afecta de alguna manera la forma como uno se siente respecto a su hijo una vez que nace, respecto a una misma. En fin…

Con la finalidad de repetir la experiencia esta vez me preocupé desde el principio de congregar a los mismos actores de la vez anterior: misma clínica, mismo doctor, misma enfermera obstétrica. El primer obstáculo fue que la doula que me acompañó hace 2 años y medio ya no vive en Budapest sino en Estados Unidos. Ya ahí no más empezamos con las dificultades.

El punto con todo esto es que un parto (como casi todo en la vida) es impredecible y nunca se sabe cómo va a pasar todo. Y eso está bien, me pasó la primera vez y no colapsé, tenía contemplado que podía ser así y digamos que las cosas que para mí eran más importantes (como dar de lactar inmediatamente y tener a Giulia conmigo lo más posible después del parto) se dieron. Por sugerencia de mi doula (y por un poco de sentido común) hice una lista de las cosas que quería en orden de prioridad para saber cuáles eran aquellas por las que pelearía hasta el final y cuáles las que podía dejar pasar. Y a pesar de la inducción y la epidural, sentí que fue el parto que quería.

A pesar de eso, creo que la emoción de este segundo embarazo y la idea de que el segundo es “más fácil” o que “ya sé cómo es” me hicieron perder de vista que aun juntando a los mismos actores, el guion podría cambiar radicalmente. Que las cosas que pueden salir “mal” todavía son muchas, muchas más de las que me fallaron la vez pasada (o mejor dicho, las mismas salieron más la vez pasada más aquellas que pudieron salir mal y no pasaron). Y aunque las cosas “no negociables” creo que las puedo tener en todos los casos, digamos que la experiencia podría ser no “tan buena” como la anterior.

Felizmente, alguien me hizo notar esto hace ya varios meses, casi al principio y ya en mi cabeza me he hecho a la idea de que quizás la experiencia no se repita o, más claramente, no sea tan buena porque está claro que igual no va a ser de ninguna manera. De todas formas, como siempre, aunque soy consciente de los posibles “problemas”, espero el mejor escenario… no hay razón para preocuparme por cosas que no puedo controlar…. Además, mi doctor me dijo que una de las razones por la que mi primer parto fue tan bueno es porque soy una optimista… y eso es algo que sí puedo controlar y que pretendo mantener hasta (espero) el último momento.


Pasando a la parte práctica. Ya tengo doula (me tenía un poco decepcionada pero ya la quiero otra vez), ya hablé con la enfermera obstétrica y ya tengo su teléfono para llamarla apenas empiece el movimiento, ya hablé con el doctor. Ya les di mi plan de parto y todos estamos en la misma página.

Ya comencé también a tomar las pastillas homeopáticas que me recomendaron en el embarazo anterior y que no se si ayudaron o no en el parto pero, nada pierdo con probar otra vez. De hecho, mi doula (que se llama Ágota) es también experta en homeopatía y pienso llevar las pastillas al parto mismo…dicen que hacen diferencia.

Lo del sueño sigue de mal en peor…o al menos es impredecible. No se cómo será cada noche pero ya básicamente duermo sola (o Alberto o yo nos mudamos al cuarto de huéspedes) y me va mejor… Todas las noches empezamos con la buena intención de dormir juntos pero al final no funciona. Hoy que vino Ágota (que también es profesora de yoga) me hizo una clase veloz con posiciones que me podrían ayudar a relajarme para dormir (y otras para el parto) así que veremos cómo me va.


¿Se acuerdan lo lindo que era que ahora tenía tiempo para mi y para despatarrarme en la casa? Pues ya no tengo tanto: ya empecé a tener las citas interdiarias en las que me monitorean la panza con el test “anti estrés” que mide los latidos del corazón de Chiara, sus movimientos y las (hasta ahora inexistentes) contracciones de mi útero. Y si me paso de mi fecha que es el 24, tendré que empezar a ir todos los días. Por el momento todo va bien, cero movimiento (como con Giulia) pero la diferencia es que esta vez sí siento cosas que con Giulia no sentí: calambres inesperados en la ingle que me hacen pararme a sobarme, la panza más dura (pero creo que porque siento más bebe que antes… no se si es la posición o qué pero yo me siento más llena de bebe), dolores de espalda más notorios… 

Según el doctor que es grande (tampoco inmensa pero no es chiquita), que ya debe estar en los 3.2kg y para el miércoles pasado medía ya como 50cm según su fémur (de hecho, su cabeza medía ya 9.56cm así que ya le dije que deje de crecer…¡¡o al menos que le deje de crecer la cabeza!!).

miércoles, 29 de abril de 2015

¡Se me está haciendo difícil mantener el ritmo!


Es increíble, no me da tiempo de terminar un post cuando todo cambia… Últimamente termino escribiendo los posts en base al recuerdo de cómo me sentía cuando lo empecé y no en función a cómo me siento en ese momento. ¡Tengo que empezar a escribir más seguido! El problema es que cuando me pasan las cosas, sobre todo cuando tienen que ver con emociones que ameritan ser procesadas, no tengo ganas de agarrar la computadora, tengo ganas de escribir y hago notas mentales, justamente como una forma de procesar lo que siento, pero ese primer paso de empezar el post me cuesta, a veces simplemente no tengo el ánimo.

Al menos empezaré hacer más notas en el teléfono… o empezaré a cargar una libreta (normalmente no la necesitaba porque apuntaba en el teléfono pero quizás si necesite una en esos momentos en lo que siento que la tecnología y, más que nada los procesadores de texto, “no son mis amigos” (como el último fin de semana, que no toqué mi computadora desde el viernes en la noche).

¿Se acuerdan que dije que había sido muy racional y cero hormonal casi todo el embarazo? ¿Y que dije que luego del Episodio había vuelto a la normalidad?  Pues no más. Bueno, en realidad, otra vez volví a la normalidad (no les digo que me ganan los eventos, ¡cuando empecé a escribir todavía no había vuelto tanto a la normalidad!) pero tuve mis días, sobre todo una noche triste.

Todavía no se bien qué fue, tengo un dilema del tipo “el huevo y la gallina” por algo que me pasó el viernes, que no es tema de este blog y que aún es motivo de “procesamiento”. Tengo la sospecha que el evento fue el desencadenante de las emociones y no al revés pero podría estarme equivocando. Lo cierto es que estuve pensativa, reflexiva (cosa que es buena en realidad) pero que creo que causó que el domingo en la noche me entraran miedos que hasta ahora no había tenido.

El mismo domingo en la cena, Alberto y yo estábamos hablando y me dijo que tenía miedo de la llegada de Chiara, lo que ya les había comentado en posts anteriores, que justo ahora que empezaba verdaderamente a disfrutar a Giulia, todo iba a cambiar. Yo le dije que era normal y que probablemente esos miedos los hubiera tenido siempre, así hubiésemos esperado más. El, siendo hijo único, no sentía la necesidad de tener más hijos pero viendo que yo si tengo hermano se animó porque si entiende lo importante y especial de la relación. Cuando me lo dijo mientras hablábamos (aunque yo ya lo sabía obviamente, lo habíamos conversado cuando decidimos tener a Chiara), me entró una pena, pena de pensar que quizás yo lo convencí, que quizás no está tan convencido y que lo hizo sólo por mí.

Pero no, si está (Chiara: esto es PARA TI, tu papá si está convencido, sólo asustado y este blog es sobre ser honestos así que por eso cuento también esto J), lo hablamos luego y la verdad es que sus miedos son normales y él sabe racionalmente que amará a Chiara como adora a Giulia y que muchas de sus dudas tienen que ver con el hecho que tenemos un estilo de vida con poca seguridad laboral y que nunca sabemos qué va a ser de nosotros en el mediano (a veces hasta corto) plazo. Si ya eso lo estresaba cuando sólo éramos los dos, ya se pueden imaginar cómo se estresa ahora. Más familia es igual a más estrés.

Pero bueno, acabamos la cena y nos fuimos a dormir (bueno, él a dormir, yo a frustrarme porque no duermo…y este es otro factor que contribuye a pensar todo lo que me da vueltas por la cabeza en estos días) y cuando apagamos la luz, otra vez me puse a llorar (ahora que lo pienso, ¡parece que esa luz es la que desencadena mis traumas!). Repentinamente me entró un pánico que no había tenido. Ya no eran las dudas de la madre primeriza que no sabe cómo va a hacer para vestir a su hija, sino las de una madre por segunda vez que se siente sobrepasada por los eventos. Todo estaba relacionado a la conversación con Alberto y al hecho que estaba cansada y preocupada porque probablemente no iba a dormir bien (lo cual es una profecía que se auto cumple todas las noches últimamente).

Por un momento me pregunté si en verdad estábamos listos para que llegue Chiara, si en verdad íbamos a poder cuadrar todas las rutinas de una manera lógica, si no iba a ser todo complicadísimo para Giulia y para nosotros, si en realidad–con el tipo de vida que tenemos- no debimos ser una familia sólo de a tres. Un miedo que no había sentido asi. Si había tenido (y sigo teniendo) miedo a lo del cansancio y a la falta de sueño pero nunca al punto de cuestionarme el hecho de tener más de un hijo o, peor aún, de cuestionar mi embarazo en general.  (Chiara: esto es otra vez para ti, TODO va a estar bien y seguro, ahora que estás leyendo, somos una feliz familia de a cuatro; estos son sólo los traumas de una madre embarazada). Felizmente luego se me pasó y estoy segura que todo va a cuadrar, porque TIENE que cuadrar, porque LO HAREMOS cuadrar. Porque, como me dijo una amiga, a veces la expectativa de lo que puede pasar es más difícil o dramática que lo que de verdad pasa y si no, encontraremos la forma, pediremos ayuda y si, tendremos días duros (como los tuvimos también cuando sólo teníamos a Giulia) pero pasarán, como le pasa a todas las familias en todas partes del mundo (expatriadas o no).

Lo que sí, todo esto que he estado pensando creo que está haciendo que acepte desde ya -y con paz- la muy probable realidad de que Chiara será la última descendiente y que este es mi último embarazo (igual, Alberto lo tiene bastante claro, soy yo la que tenía que hacer las paces con la idea). Al parecer no va a ser necesaria la tristeza de no poder dedicarles tanta atención a mis hijas de manera individual la que me haría convencerme. Al final creo que el factor fundamental está siendo la PACIENCIA.


El hecho de que sea un “trabajazo” tener tres hijos no me asusta ni me convence como argumento (y no estoy poniendo en duda que sea un trabajazo, para nada). Es decir, el trabajo en sí mismo no me asusta porque creo que la recompensa lo vale. Lo que me asusta son las consecuencias de ese trabajo, el cansancio y la falta de sueño. No porque no pueda renunciar a mi sueño por unos años más sino por el tipo de persona que uno se vuelve cuando no duerme bien y está cansada.

En estos días que le tengo miedo a la noche porque se que no podré quedarme dormida hasta tarde y que lo más probable es no dormiré más de 6 horas (ayer terminé durmiendo en el sofá de la sala porque me estaba entrado la desesperación estando echada en mi cama viendo como Alberto dormía tan contento), yo siento que mi nivel de paciencia disminuye. Si a eso le sumamos los “achaques” del embarazo (que son bastante más que cuando tuve a Giulia aunque aún razonables…al menos sigo siendo “funcional”), la paciencia se me agota aún más…y lo siento claramente, siento como mi tolerancia baja. Como dije antes, felizmente Alberto y yo nos estamos complementando muy bien pero a largo plazo para mí es insostenible vivir con la paciencia al límite.

El sólo hecho de educar y criar hijos requiere de una paciencia inmensa y creo que dependiendo del tipo de mamá o papá que uno quiera ser, se requiere más o menos. Y para ser la mamá que yo quiero ser se requiere bastante.

Yo quiero una casa sin gritos (obviamente sin golpes de ningún tipo, ni manazos ni nada), en la que todo se pueda decir conversando y explicando, en la que mis hijas puedan tomar decisiones acorde con su edad y avanzar siempre a su ritmo, demorándose, equivocándose, haciendo las cosas solas –si eso es lo que quieren- hasta que se den cuenta que necesitan ayuda –si es que la necesitan. Yo quiero dejarlas ser. Esto lo trato de hacer desde ya con Giulia y me funciona muy bien pero muchas veces implica respirar hondo, muy hondo, para no apurarla o hacer las cosas por ella…para no perder la paciencia (claro que este es el escenario ideal, entiendo que habrán baches en el camino, de hecho, ya los hay, ya he alzado la voz más de lo que quisiera pero me gusta ponerme la barra alta para esperar más de mí y hacer menos excepciones a mis reglas).

Cuando Giulia empezó a querer comer sola era bien chiquita y hacía unas “chanchadas” que ya se imaginan. Hubiera podido darle de comer yo y hacer todo más rápido y más limpio (de hecho, al principio esto fue motivo de discusiones con Alberto, ahora ya estamos más en la misma página) pero no, respiraba hondo, la dejaba y luego limpiaba. Y así aprendió a comer sola y bien bastante temprano. No fue fácil. Alguna vez hasta lloré de frustración cuando la cochinada era mucha y seguro le habré hablado más duro de lo necesario en algún momento.

Ahora nos pasa con los zapatos. Se los quiere poner (y amarrar) sola casi todas las mañanas. Nos pasamos “perdiendo” minutos valiosos antes de salir al nido mientras la vemos tirada en el piso peleándose con los zapatos hasta que dice “no puedo mami/babbo, aiuto” y recién ahí la ayudamos. Lo mismo con los momentos de frustración o pataletas o, como es en su caso, huelgas (porque en vez de hacer pataletas, normalmente se sienta en el piso y no se quiere mover), ser empático y darle tiempo para poder razonar demora… y requieres respirar aún más hondo. Más “fácil” sería darle un grito (o un manazo) y obligarla a hacer lo que quiero que haga en el momento que quiero que lo haga. Pero no, este tiempo “perdido” para nosotros es valioso, es un tiempo de aprendizaje importante para ella, para que se esfuerce, para que conozca sus límites y vaya mejorando en cada intento y aprendiendo a apreciar el valor de practicar y perseverar…pero requiere MUCHA paciencia a veces (y a veces de plano no se le puede dar porque uno está apurada o lo que sea, pero al menos tratamos y lo logramos la mayoría de las veces).

Si ahora que todavía seguimos siendo solo los tres y que, mal que bien, tengo todo “bajo control”, a veces me encuentro luchando por mantener mi auto control para que no sean Giulia (y Alberto) los que paguen por mi cansancio y falta de sueño, cómo sería con más. Ya será difícil cuando llegue Chiara y tengamos que ajustar nuestros procesos, ya tendré mis días en que entre las dos me lleven al límite. No quiero ponerme aún más al límite, no quiero arriesgar el tipo de mamá que quiero ser y el tipo de crianza que quiero dar, no quiero dejar de tratar a mis hijas como las personas que merecen respeto que son. Quizás si pudiera dar más espacio en años entre Chiara y un siguiente, la cosa sería diferente pero a mis casi 38 no es que me quede mucho tiempo (y tampoco me dan ganas de ser mamá más tarde).

Debo decir que todo este análisis sería seguro muy distinto -o de plano no lo haría- si nuestras circunstancias fueran otras, si no estuviéramos lejos de nuestras familias, si tuviéramos más acceso a ayuda. Seguro no me lo plantearía de esta forma. Porque cuando se tiene soporte el peso se carga entre más y hay más momentos de desahogo, más oportunidades de desconectarse y respirar y cargar energías. Cuando se está lejos (y ojo que no es una queja, estar lejos tiene sus ventajas también y esta vida es una que a mi me gusta mucho) la “carga” no se distribuye y no hay tantos momentos de soledad (si vieran lo que disfruto yendo sola al súper), las baterías se recargan con menos frecuencia y se llevan más al límite (especialmente cuando se es como yo que rara vez pide ayuda –ni de la gratis ni de la pagada).

Esas han sido las últimas reflexiones y acontecimientos… Espero que no me sigan ganando los hechos y los sentimientos que aún tengo un post atemporal que me gustaría terminar antes de empezar el siguiente…



lunes, 27 de abril de 2015

El episodio


Este es el post que tenía en mente cuando encontré las notas del anterior. No es un post muy feliz, es más bien un post de, no se, realidad. De los que describen las cosas no tan lindas del embarazo.

Todo el mundo se sorprende siempre de que no quiera dar a luz o de que me guste tanto estar embarazada. Y si, estoy empezando a creer que soy parte de la minoría. Debo decir que hay varios factores a tomar en cuenta cuando digo que me gusta estar encinta: primero que he tenido la suerte de tener embarazos buenos (no perfectos como han leído en el blog y como leerán más adelante pero sin complicaciones ni dramas reales); segundo, yo soy una optimista por naturaleza, siempre elijo ver las cosas por el lado amable y enfocarme en las cosas buenas antes que en las malas, soy así, con casi todo (y se que a muchos, las personas como yo les parecen “falsas” porque “nadie puede ser tan positivo”), lo que no quiere decir que no tenga mis (muy) malos momentos o que no hayan días que quiera que se acaben YA o que viva alejada de la realidad.

No todo en el embarazo es lindo, pero para mí, lo lindo supera lo malo (una vez más, quizás porque he tenido buenos embarazos). El privilegio de poder ser mamá cuando hay tantas mujeres que no pueden y quieren es algo de lo que me siento agradecida. Y no hay acidez, nausea, incontinencia, falta de sueño o dolor de espalda que me quite esa idea. Aunque se que no es nada fuera de este mundo estar embarazada y que en este momento hay millones de mujeres encinta al mismo tiempo que yo, yo me siento especial (independientemente de que el resto me vea especial…sin ir muy lejos, un chico en el tranvía no me vio muy especial cuando no me dio su sitio…que igual no necesitaba ni quería pero digo no más para que vean a lo que me refiero), me siento especial y orgullosa de mi panza y me encanta como cambia el cuerpo y no me importa en lo más mínimo estar cada día más redonda (lo del peso si me atormenta pero me atormenta siempre, embarazada o no así que no cuenta) y un poco más lenta.

Dicho esto, empiezo con mi relato.

Aunque habría que preguntarle más bien a Alberto, estoy casi segura que este embarazo he sido menos hormonal que en el anterior (que tampoco fue grave), será que ya no soy primeriza o no sé, pero ya no me agobio por las cosas que me agobié la primera vez. Aunque si me estresa ver tanta ropa de Chiara y no saber qué le va a quedar y qué no o si tiene lo que necesita, esta vez, por ejemplo, no me he puesto a llorar por miedo a no saber si podré vestir a mi hija adecuadamente para los varios climas (como si me pasó con Giulia), ni he tenido un incidente como el de la cuna de Giulia que me tuvo amargada por varios días. No había llorado casi (sólo por lo del famoso virus y por migraña y cansancio), hasta el sábado pasado…

Una de las cosas no lindas del embarazo es el tema del estreñimiento que, que muchas veces viene acompañado de otras consecuencias no menos desagradables). No voy a entrar en detalles pero de hecho es un tema del que estoy muy atenta (incluso cuando no estoy embarazada) e incluso he evitado, durante ambos embarazos, tomar suplementos de hierro y los he cambiado por formas más naturales. Pero aún con todas las precauciones a veces pasa. Y pasó durante el fin de semana. Y fue feo y me sentí mal. Pero además de lo obviamente incómodo a nivel físico, lo curioso fue el efecto emocional que tuvo en mí.

A veces uno no sabe qué es lo que puede tocar esa fibra interna que hace que todo se te venga encima. Lo más inesperado puede hacer que se apriete el botón equivocado y que te sientas fatal. En mi caso fue ese episodio.

Por alguna razón que no tengo del todo clara, me sentí emocionalmente golpeada. Como sin control sobre mi cuerpo…creo que eso es lo que más me afectó, el a veces no tener control sobre mi cuerpo por más precauciones y cuidados que tenga. Al principio estaba “movida” pero aún estaba controlada pero todo se desencadenó cuando el pobre Alberto, sin ninguna mala onda y en total buen plan me dice, antes de dormir que le daba risa (porque, como nunca, me traje dos cojines a la cama) y que nunca me había visto así en el embarazo anterior. Y tenía razón, en ese momento en particular era bastante un espectáculo verme y, normalmente, me hubiera unido a su broma y me hubiera reído con él. Pero esta vez no me reí. Me metí a mi cama y ni bien se apagaron las luces me puse a llorar. El pobre las prendió otra vez y se sintió fatal y me decía que era broma, que no se estaba burlando… y yo sabía, no estaba ni resentida ni molesta, sólo me sentía fatal.

Al día siguiente estuve mejor físicamente (pero ya tenía el cansancio encima que me llevo a tomarme esta semana de “descanso”) pero igual seguía triste y emocionalmente “caída”. Lloré una vez más por 3 minutos luego de ducharme (Giulia me vio y me decía “no llores mami”, tan linda mi gorda) y debe haber sido eso lo que necesitaba porque desde ahí he estado bien. Cansada, en pausa pero sin más llantos ni nada, la embarazada racional que había sido todos los ocho meses anteriores.

Nota: Este post también lo empecé a escribir varios días antes de terminarlo y, una vez más, otra vez cambiaron las circunstancias… ¡Esperar post siguiente!


jueves, 23 de abril de 2015

Sorprendentemente enérgica y con ganas de portear


Estaba por escribir un nuevo post y cuando me disponía a grabar el documento (aún en blanco pero con título) me di cuenta que ya había guardado este post con este título y algunas notas. Me dio risa. Me dio risa ver cómo cambian las circunstancias de un día (o dos) a otro (mi nuevo post tenía un título menos “energético” digamos).

Para ser fiel al orden cronológico de los acontecimientos, escribiré este post y luego el que pensaba escribir hoy.

Este post lo empecé el viernes pasado y no lo terminé porque estaba terminando el que publiqué ayer (que había empezado hacía varios días ya). Cuando lo empecé estaba cansada, pero cansada con sueño más que cansada físicamente o con todo el cuerpo…no sé si me dejo entender. Tenía sueño porque desde hace unas semanas venía (¿o vengo?) durmiendo mal: entre que tengo “Restless Leg Syndrome” o “Síndrome de las Piernas Inquietas” (ver aquí explicación de Wikipedia) y que si me despierto por algún ruido de Giulia me desvelo al menos dos horas, he estado durmiendo menos de 6 horas al día (y eso para mí no es suficiente). En mi embarazo de Giulia me pasaba que me despertaba en la mitad de la noche y me quedaba despierta un buen rato pero en ese momento no me molestaba, leía, hacía algo y luego me dormía y si al día siguiente estaba muy muerta, pues seguía durmiendo o me despatarraba toda la mañana (o todo el día). Como ahora seguir durmiendo o despatarrarse no es tanto una opción (igual me tengo q levantar para alistar a Giulia para que Alberto se la lleve al nido y ya dormir otra vez es más difícil) me pongo un poco ansiosa esas horas que me desvelo y eso no ayuda para nada a que me vuelva a dormir. Felizmente, desde hace una semana empecé a tomar unas pastillas de calcio que me ayudan con lo de las piernas y hace unos días comencé con unas pastillas homeopáticas para relajarme y dormir que, a juzgar por mis dos últimas noches, parece que dan resultado.

Pero bueno, el punto es que a pesar de tener sueño, estaba llena de energía. De hecho, estaba sorprendidísima de mi energía. Siempre tuve miedo de llegar hecha un desastre a estas alturas del embarazo (tengo 35 semanas) por lo cansada que había estado los primeros cuatro meses y, sin ir muy lejos, hace un mes medio atrás. Pero al parecer el famoso instinto de anidación verdaderamente te envigoriza y te llena de entusiasmo y de ganas de hacer las cosas. Según yo, es eso y el hecho que Giulia está en el nido, lo que me había hecho estar tan activa, disfrutando de mi tiempo libre y sin tanto achaque.

Nótese el pasado en la última oración: “me había hecho estar tan activa…”. Claro, ya el viernes había empezado a notar un cierto cambio en mi energía. Por un lado, la falta de sueño empezaba a pasarme factura; por otro, tanta energía e instinto de anidación me habían permitido exagerar, emocionarme con mis actividades y ahora mi espalda me estaba recordando que con todo y lo bien que estoy, igual estoy cargando una panza de 8 meses y 8 kilos.

Toda la semana pasada, mi entusiasmo y yo nos las pasamos lavando ropa de Giulia para Chiara, organizando cosas, guardando, ordenando, arreglando, tirados en cuatro patas, agachados, parándonos y sentándonos en el suelo “n” veces al día y, como no es de sorprender a nadie, los achaques empezaron a salir (me pasó así con Giulia que por emocionada me puse a armar un mueble de Ikea –me encanta armar esas cosas, salí a mi mamá- y los días siguientes estaba que me moría). Por eso, esta semana me he auto declarado “fuera de servicio” y me estoy tomando todo con calma, en posición horizontal lo más que puedo de la mañana, haciendo siesta con Giulia y, cuando me pongo a trabajar en mis cosas (como ahorita), lo hago por lo general con todos los cojines que puedo porque lo que más me está matando es la espalda.

Pero pasando a cosas más entretenidas e interesantes, una de las cosas que me hicieron empezar este post el viernes fue el tema del porteo. El viernes, después de mucho tiempo, me aventuré a ir a un nuevo grupo de mamás. No lo hacía desde que tuve a Giulia. Es un grupo de mamás embarazadas y/o con bebes pequeños (algunas también tienen hijos más grandes). Supe de estas reuniones a través de un grupo de Facebook para papás y mamás que hablan inglés en Budapest. No hice muchas amigas nuevas (aún) porque finalmente conocí a una que había conocido virtualmente y, siendo las dos latinas, terminamos hablando en español entre las dos (excusándonos con el resto claro está, si no es muy feo).

Pero fue lindo ir al grupo. Primero porque vi potencial en hacer nuevas amigas. Segundo porque vi recién nacidos y, por breves minutos, hasta me dieron ganas de tener a Chiara conmigo. Tercero, porque vi mamás que porteaban a sus hijos en sus fulares (de hecho, todas las mamás en ese grupo me dieron la impresión de ser fanáticas “porteadoras”) y eso me hizo querer aún más (otra vez, por unos minutos) tener ya a Chiara.

Lo de las potenciales amigas es fundamental. Ahora que mis amigas más cercanas se fueron, soy consciente de que el hecho de estar tan tranquila sin ellas se debe a que ahora estoy disfrutando mi tiempo sola y a que, muy probablemente, no las hubiera visto tanto igual, al menos en las mañanas que es cuando hago actividades sin Giulia. Pero me queda claro que una vez que llegue Chiara y se vayan mis papás la realidad de mi “soledad” va a ser evidente y me va a dar duro. Y como será ahí cuando sienta el golpe, tendré que esforzarme una vez más por construir nuevas relaciones y fortalecer antiguas con mamás que estén teniendo bebes otra vez (felizmente tengo varias amigas con hijos de la edad de Giulia que están ya teniendo el segundo). Grupos como estos son los que te cambian y “hacen” la vida cuando estás lejos y siempre es bonito encontrar gente con la que sientes puedes pasar un buen momento.

Por otro lado, una de las cosas con las que soñaba yo cuando estaba embarazada de Giulia era con tenerla siempre colgada encima de mí. Me compré mi fular elástico y dos fulares tejidos (uno corto y uno largo) y también una mochila Ergo Baby y, aunque si la portee algo, no lo hice tanto como hubiese querido (aunque bastante más de lo que lo hubiera hecho si no estuviera viviendo acá). Por alguna razón, siempre terminaba usando el coche (excepto en los viajes que si andaba colgada a mi siempre) y, cuando no lo usaba, terminaba usando más la mochila que los fulares (y mi sueño de porteo era más con fular que con mochila). Esta vez quiero sacarme el clavo.


Me lo quiero sacar porque me quedé con el bichito de la vez anterior y porque creo que ahora la necesidad hará que tenga que portear a Chiara. Con la edad de Giulia, tener las manos libres es fundamental para correr detrás de ella o empujarla en el columpio o ayudarla a subir y bajar en los juegos. Aunque Giulia es una gran caminante, tampoco es que pueda prescindir del coche totalmente y prefiero tener a Giulia en el coche que a Chiara, asi que la única forma de andar las tres juntas va a ser teniendo colgada a Chiara (o, eventualmente a Giulia que aún en la espalda podría tenerla).

Ver a este grupo de mamás me animó mucho, es mucho más fácil hacer algo cuando estás rodeada de gente que hace lo mismo y verlas tan contentas con sus hijos colgados me hizo recordar lo rico que se siente tener a tu hij@ cerquita de ti y lo felices que son ellos cuando duermen encima de ti (al menos la mayoría se supone, hay niños a los que les “simpatiza” menos la idea). Ya quiero verme con Chiara en mi fular, practicando con las demás las distintas formas de amarrar los fulares y viendo (más) videos de youtube sobre trucos para que sea más fácil (los que me conoces saben que cuando me emociono con algo, me vuelvo medio obsesiva por un tiempo…). De hecho, hoy tuve una “mini clase” de porteo para recién nacido con fulares tejidos para ir viendo cómo es y decidir la mejor opción para el clima caluroso en el que va a estar Chiara sus primeros meses. ¡Qué emoción!


Para cerrar, debo decir que el escribir este post y no el “menos energético” que tenía en mente me ha subido el espíritu (que tampoco estaban tan caído pero igual) y me ha llenado de energía (al menos mental, el cuerpo todavía no termina de reponerse pero en esas anda….nada que unos días de calma no puedan arreglar).

miércoles, 22 de abril de 2015

Segundo embarazo de a dos

Definitivamente, por muchas cosas, el segundo embarazo no es como el primero. De hecho, supongo que ningún embarazo es como los anteriores pero me atrevería a decir que el más especial siempre será el “inaugural”. Siempre lo pensé así, incluso antes de salir embarazada por primera vez.
Claro, puede ser que te toque un primer embarazo muy malo y que no logres disfrutarlo y que quizás alguno posterior sea mejor físicamente pero no sé, en mi mente, el primero tiene el encanto especial de ser el viaje que te convierte en madre por primera vez y eso es irrepetible. Desde un punto de vista más práctico, es el que puedes “apreciar” más u observar y sentir más atentamente porque aún no tienes la atención dividida y enfocada en otra personita que demanda tu cariño y tu tiempo.

Lo que si es cierto es que, emocionalmente, los dos traen consigo sus propios miedos y angustias y preocupaciones. Como ya he dicho antes, mi miedo principal cuando esperaba a Giulia era si me enamoraría de ella inmediatamente o cómo era que la iba a querer considerando que no soy una “amante” de los niños en general. Esta vez esa duda no la tengo. Tengo otras preocupaciones que ya he ido mencionando pero el hecho de si voy a querer a Chiara es una cosa que no me genera ningún tipo de ansiedad. La voy a querer y punto.

Ahora, hay otro tema. Una cosa es preocuparse por si la vas a querer o no y otras es preocuparse por si la vas a querer igual que a su hermana mayor. Yo la verdad no me había planteado ese tema nunca, siempre di por sentado que sí. Alguien me mencionó que antes de parir, una amiga le advirtió que no se decepcione cuando al ver por primera vez a su segunda hija no sintiera lo mismo que sentía por su primer hijo (al final mi amiga si se enamoró de su segundo hijo inmediatísimamente y con la misma intensidad con la que ya estaba enamorada del primero). Tampoco había yo pensando en eso.

Y es que no me quita el sueño la posibilidad de que en el momento mismo del nacimiento de Chiara, lo que sienta por ella no sea exactamente lo que siento por Giulia. Justamente porque yo no sentí “amor a primera vista” con Giulia. Es más, ahora que lo pienso, no me preocupa porque desde un principio he asumido que todo pasará de a pocos. Porque así vi (y sigo viendo) crecer mi amor por Giulia, día a día, sonrisa a sonrisa, pasito a pasito. Pienso que quizás me tome un tiempo querer a Chiara igual, que puede que me demore un poco enamorarme de ella pero sé, con total certeza, que al final las querré igual a las dos. Igual pero diferente supongo. Igual en cantidad e intensidad pero quizás diferente en forma… no sé.

El que no está tan convencido o, mejor dicho, el que sí está preocupado, es Alberto. Él si me he dicho que le da miedo no quererla igual. El sí está preocupado por no sentir lo mismo. La verdad no lo hemos discutido mucho y no hemos desmenuzado su preocupación para entenderla más a fondo pero lo que yo creo que pasa es que para él es difícil imaginar que puede tener la misma relación con un bebe “aburrido” que con una niña de dos años que es completamente interactiva, se comunica y es graciosa y simpática (la mayoría de las veces), con la que se puede jugar y hacer cosas e ir al parque.
Admitámoslo, los primeros meses de un bebe son medio “sin gracia”, al menos para mí…y supongo que los es más aun para el papá (al menos para Alberto) que no tiene la cercanía que tiene la mamá (usualmente al menos…el sólo embarazo ya nos pone a las madres en una situación de ventaja frente al papá y, lo mismo hace, por ejemplo, la lactancia) y pretender tener la misma relación y la misma cercanía y el mismo sentir, quizás sea mucho pedir. Y no tiene nada de malo además. Estoy segura que él también se enamoró de a pocos de Giulia y se enamora cada día más y lo mismo pasará con Chiara.

No sólo para la mamá el segundo embarazo es diferente. También lo es para el papá (y me atrevería decir que para todo el mundo que te rodea, incluido el doctor que estoy segura medía a Giulia en la panza más seguido de lo que mide a Chiara). La verdad nunca he tenido esta conversación con otros papás pero, en mi experiencia, hay un poco de “yala”, “been there, done that” también su caso. Se pierde el factor novedad. Ya no se tiene la “emoción” (o quizás debería decir el estrés) de tener que comprar todo lo que se necesita o de investigar y saber del embarazo. Ya las patadas y movimientos son menos emocionantes (para mi si lo son, debo decir, sobre todo porque Chiara se sigue moviendo muchísimo). Ya como que se sabe todo lo que viene y queda solo esperar. De hecho, estoy casi segura que para cuando se acerque más la fecha de parto, Alberto estará bastante menos desesperado que lo que estaba con Giulia (que todas las mañanas preguntaba “¿Ya? ¿Sentiste algo en la noche?)… yo creo que él también querrá disfrutar hasta el último momento nuestra etapa de a tres.


Es diferente también porque ahora los dos estamos pensando más en la logística de algunas de nuestras rutinas. Todo se vuelve más práctico. Justo ayer comentábamos sobre nuestra rutina nocturna. ¿Cómo íbamos a incluir a Chiara, su baño su dormida en el que es uno de los momentos más lindos de nuestro día? Con Giulia se creó todo a partir de ella y con ella aprendimos qué es lo que nos funcionaba mejor. Ahora todo eso que funciona tan bien (digamos que normalmente nos funciona muy bien, no es que tengamos la rutina perfecta pero digamos que tenemos nuestra forma de hacer las cosas) va a cambiar o tenemos que ver si logramos cambiarlo lo menos posible incluyendo a Chiara. Ya no llega un bebe por primera vez a una familia que recién se forma, ahora llega un bebe a una familia ya formada… y ahora nos preocupamos por afectar lo menos posible el orden que nos gusta y a la primogénita de la casa (me decían un par de doulas con las que hablé que los segundos –y siguientes- hijos saben o sienten que llegan a una familia así, como que saben su lugar, no se si será así).

Justo ayer también comentábamos que, con todos y los tropiezos y las dificultades que trae convertirse en una familia (para mi hasta antes de Giulia éramos una pareja y no tanto una familia completa), ahora estamos en un muy buen momento. Alberto y yo hemos aprendido, no sin discusiones obviamente, a complementarnos bastante bien y en los momentos en que yo no tengo tanta paciencia (que lamentablemente ahorita son un poco más frecuentes por el cansancio…ya contaré mis últimos días en un siguiente post), Alberto saca paciencia de no sé dónde.  Hemos aprendido a encontrar nuestro estilo de crianza… uno que nos acomoda bastante (y que también nos ha traído serias conversaciones) y que le funciona a Giulia. Hemos encontrado un orden… orden que en máximo 5 semanas se convertirá en caos… y que en unos meses, espero no tantos, recuperaremos.