martes, 25 de noviembre de 2014

¡Y es…una NIÑA!

Ayer nos dieron los resultados del Prenatest, me llamaron del centro médico y me dijeron que todo había salido con valores normales, que nuestro bebe está bien y sin ningún problema cromosómico. Segundos después me preguntaron si quería saber ya el sexo. Les dije que sí, obviamente, teníamos 10 días esperando. “Es una niña”, me dijo la señora del laboratorio. Minutos después me llegaba por correo la versión electrónica de los resultados.

Debo reconocer otra vez que si tuve un momento de decepción. Tanto Alberto como yo queríamos un niño. La verdad no se bien por qué. Justo hoy lo estaba pensando, ¿por qué esas ganas de tener un niño si tener una niña es tan lindo? Quizás porque yo vengo de una familia en la que éramos niño y niña, quizás por esa idea tan común de tener la famosa “parejita”. Creo que es por querer tener las dos experiencias, por saber la diferencia –si es que las hay- de criar un niño o una niña. La verdad no estoy segura. Pero de alguna manera me molesta ese momento de decepción, me molesta no haber saltado hasta el techo de la alegría gritando “¡Otra niña! ¡Yeeeeeeee!”. Y me molesta aún más porque esta fue probablemente la última oportunidad para saltar (y porque ya desperdicié también la primera que tuve hace dos años y medio).



Cuando estaba embarazada de Giulia quería que fuera un niño también. En ese caso sé que era porque yo de chica decía que me hubiera gustado tener un hermano mayor para que me cuide. Creo que no era que quería un hermano más, sino que mi hermano fuera mayor que yo. La verdad no me acuerdo con tanto detalle qué pensaba en ese momento pero sé que de ahí es que venía la idea de tener un niño primero y una niña después. ¡Ah! Y también era porque, por alguna razón, sentía que criar a un niño es más fácil que criar a una niña. Ya no estoy tan segura de esto último tampoco.

Luego que supe que Giulia era Giulia, y superar mis horas de shock (en una ecografía anterior me habían dicho que lo más probable era que fuera niño –ver http://recuentodeunaespera.blogspot.hu/2012/07/poniendome-al-dia-parte-1_24.html), y más aún luego de tener a Giulia, me di cuenta que en verdad no importa qué sea, que uno quiere tanto a sus hijos que no importa qué son o cómo son, lo que importa es que son tuyos y basta. Genuinamente decía que ya no me importaba más qué sería el segundo hijo que tuviera, y lo decía de corazón, totalmente convencida. Realmente lo sentía así. Me lo preguntaron más de una vez y siempre respondí, con total honestidad, que ahora que sabía lo que se sentía por un hijo, me daba exactamente igual si era niño o niña… Y luego salí embarazada y, otra vez, en el fondo anhelaba que fuera un niño. ¿Por qué? No lo sé, pero seguiré meditando al respecto.

Esta vez, como de costumbre, mi instinto estuvo mudo, yo no tenía ni media corazonada ni idea de qué sería. Por un lado, a veces sentía que si podía ser un niño, cuando pensaba en su nombre elegido y lo decía en voz alta, me sonaba bastante real que pudiera tener un Adriano en mi panza. Por otro lado, por el timing de la concepción y lo que dicen sobre cómo es más probable tener una niña o un niño, sabía que lo más posible era que fuera una niña (aunque hay más de un factor que afecta el sexo del bebe así que tampoco era una certeza esta). Encima, en la última ecografía se vio claramente algo entre las piernas pero el mismo doctor dijo que no se atrevía a decir nada porque podía ser el cordón (pero claro, ya el bicihito nos los había puesto con la posibilidad de que fuera hombre, aunque yo no me lo creía). Igual, era claro que algo dentro de mí me decía que no era un niño porque todos los días me la pasaba buscando nombres de niña, como que sabía que nuestra búsqueda no había acabado y que, muy probablemente–salvo que algo nos anime a tener un tercero- , el nombre Adriano no sería usado en la familia Monguzzi Ferradas.

Ya pasaron justo 24 horas desde que supe que es niña y cada minuto que pasa me siento más contenta. Me puedo imaginar a Giulia cuidando a su hermanita (por ahora sin nombre) y a las dos de la mano en el parque o jugando a las comiditas (es lo que últimamente le gusta a Giulia, hacer pizzas y salchichas con su plastelina). Todas mis amigas que tienen hermanas están súper felices y me dicen que va a ser perfecto, que probablemente sean muy buenas amigas, que ellas disfrutaron mucho tener una hermana. Y algunas de las que no tienen me dicen que siempre quisieron una. Yo no tengo hermanas y no recuerdo haber querido tenerla (quizás porque tuve a mi mejor amiga literalmente desde que nací y crecí con ella) así que no sé exactamente cómo es tener o querer tener una hermana y quizás sea por eso que no se apreciar el hecho de darle una hermana a Giulia.


Sea como sea, estoy segura, convencida, no me queda la menor duda, que en unos días más (y más aún, cuando conozca a mi hija) voy a tener la misma certeza y me voy a sentir igual que cuando tuve a Giulia y decía y sentía y sabía que nada importaba, que no podría querer a otro más de lo que la querré a ella. Y cada minuto que pasa estoy más feliz por Giulia, porque ella si va a tener la experiencia de tener una hermana que será su compañera de juego primero y de vida después; con quien compartirá todo y que será su cómplice y, ojalá, confidente y mejor amiga también.

sábado, 22 de noviembre de 2014

La tranquilidad de la información

Contrario a lo que le pasa a muchas mujeres –y a la mayoría de mis amigas- a mí la información me hace bien. Me da tranquilidad. Yo no soy de las que prefiere no saber las cosas malas que pueden pasar, yo no me sugestiono ni me lleno de miedos, para nada. Al contrario, a mí me gusta saber. Mi teoría –al menos, así es como funciona mi cerebro- es que a estas alturas de la vida, a mis ya 37 años, de historias trágicas, embarazos espantosos y partos que terminaron mal, he escuchado miles. No es que para mí es una sorpresa que las cosas siempre pueden salir mal. Se cuáles son los riesgos y, aunque definitivamente pueden pasar más cosas malas de las que tengo idea, yo prefiero simplemente pensar que a mí no me van a pasar. Y si me pasan, pues ahí me preocuparé, para qué atormentarme antes. Y el que sepa que suceden no hace más o menos probable que me sucedan a mí.

Hace como un mes vi un video que alguien compartió en Facebook de la historia de un embarazo tristísimo, no voy a entrar en detalles para no deprimir a nadie (y para que no me digan que qué hago viendo esos videos mientras estoy embarazada) y si, lloré con la historia (yo siempre lloro con las cosas tristes, embarazada o no) pero no es que desde ahí me la he pasado preocupada porque me vaya a pasar lo mismo, para nada.

Igual, hace no mucho me tocó apoyar a una amiga cuyo embarazo no prosperó. Otra de mis amigas me dijo “no deberían contarte a ti esas historias, estás encinta” pero yo le dije que a mí no me molestaba. Y de verdad no me molestó, al contrario, me gustó estar ahí para ella y escucharla, entendía perfectamente que en esos momentos uno busca la comprensión de alguien que se puede relacionar mejor con lo que estás pasando porque está viviendo una experiencia similar. A mí me pasa, me fue mucho más fácil contarle del famoso virus a mis amigas que han estado recientemente embarazadas (y más a aquellas pocas que, como yo, leen y les gusta estar enteradas de todo) que a las que no, porque es más fácil que entiendan tu trauma si han estado o están pasando por lo mismo que tú, si en algún momento se han preocupado por las mismas cosas que tú.

Como ya he contado en este blog, con este embarazo no he tenido mucho tiempo de leer, ahí sigue empolvándose mi libro “What to expect when you are expecting…”. Y aunque no hace mucho estuve embarazada de Giulia, para algunas cosas parece que hubieran pasado siglos y no sólo dos años. Me he olvidado de mil cosas que antes me sabía al dedillo.  Todo esto viene al hecho que hace dos días, justo luego de llegar del parque con Giulia, sentí unos hincones fuertes en el lado derecho de la panza. No fueron mortales pero lo suficientemente potentes como para obligarme a sentarme más de una vez (porque la terca se sentaba y al segundo se paraba y seguía tendiendo la ropa en el tendedero). Suponía que no era nada, pero por una milésima de segundo me preocupé (quizás más porque Alberto no estaba en Budapest). Un par de horas después, cuando Giulia estaba durmiendo la siesta, me eché a descansar y busqué en internet qué eran esos dolores y resulta que son muy normales en este periodo y son causados por el estiramiento de los ligamentos ahora que el útero está creciendo. Yo sabía que no era nada y estoy segura –ahora que lo pienso- que sentí los mismos dolores en mi embarazo anterior, la diferencia es que esa vez me había leído mi libro al detalle y sabía qué esperar y qué cosa era cada sensación que sentía y, por lo tanto, no me preocupaba. Esto fue lo que me hizo pensar sobre la tranquilidad que me da saber.


Ahora, debo admitir también que ser tan racional, pragmática (eso me dijo una amiga que era cuando le conté lo del video que vi) y relajada es que a veces me cuestiono justamente por ser todas esas cosas. Así como me cuestioné hace poco mi terquedad por no hacerme la amniocentesis, a veces me ha pasado que me pregunto “¿y si esta vez sí es algo malo y tú y tu optimismo lo pasan por alto?”. De hecho, una vez durante mi primer embarazo me pasó algo así. Sentí que chorreaba algo y, como hay varias explicaciones para una sensación así, no le hice mayor caso al asunto. Luego de un par de horas cuestioné mi tranquilidad y fui a ver mi doctor, me revisó, me dijo que no era nada, que no se me había roto nada adentro y que vaya tranquila. En esa ocasión cuestioné mi instinto inicial que era acertado pero, como me dijo una amiga en ese momento, a veces es preferible que digan “aquí corrió que aquí murió” así que al final, hay que hacer los que nos tenga más tranquilas.

viernes, 14 de noviembre de 2014

El susto – Parte III

Y sigue la historia. ¡Y tiene final feliz!

Debieron haber sido cuatro capítulos del susto pero resumiré los últimos dos en uno. Tal y como pasó con el primer día del susto, cuando me dijeron que era rubeola y resultó siendo citomegalovirus, creo que mi reacción ante la amniocentesis pudo ser más racional…pero una vez más, estoy embarazada y tengo derecho a asustarme y a no ser racional al menos por unas horas. Al día siguiente de mi cita con el médico, luego de leer todo lo que necesité leer y de prometerme a mí misma no leer ni una palabra más, estaba mucho más tranquila. Había casi decidido que no me iba a hacer ninguna amniocentesis y que, en caso cambiara de opinión me la haría en Lima, donde tendría la ayuda de mi mamá para el periodo de recuperación.

En los días que siguieron me la pasé tranquila, esperando los resultados del nuevo examen de sangre para saber exactamente cuál era la situación y, para luego de tenerlos, buscar una segunda opinión. También me la pasé cambiando de opinión sobre si me iba a someter al procedimiento o no, cambiaba de opinión con frecuencia pero siempre me inclinaba más al “no”. Una semana después de la cita, llegaron los resultados y, como para hacer la cosa menos clara, salieron “no específicos” (¿?), léase, por alguna razón no podían determinar bien el positivo o el negativo. Justo lo que nos faltaba.

Con estos resultados en mano, el papá de una amiga argentina, que es ginecólogo, le dijo que aunque era una reinfección y el riesgo bajo, él no descartaría hacer la amniocentesis. Yo insistía en que muy probablemente no me la haría. Luego de algunas semanas tuve mi nueva cita con mi médico quien, una vez más insistió con el tema. Yo le dije que no estaba convencida de hacerla porque el riesgo de contagio no me parecía que valiera un intervención así de invasiva (y con el mismo porcentaje de riesgo de pérdida que le riesgo de contagio del bebe). Me dijo que lo pensara y que volviera en 10 días para la ecografía genética (en la que se descarta el síndrome de Down y otros problemas cromosómicos), me dijo que pensara además en la posibilidad de hacerme el Prenatest (un examen genético que con sólo sacarte sangre determinan problemas cromosómicos con más precisión que con el test cuádruple).

Luego de esta cita consulté con especialista fetal en Lima que me dijo que, por su experiencia y por el momento de la reinfección, veía muy poco probable que el bebe se hubiera contagiado del virus pero que él también haría la amniocentesis para estar cien por ciento seguro. A este punto me empecé a cuestionar si debía seguir siendo tan terca e ir en contra de todos los médicos con mi negativa a someterme al procedimiento. No estaba preocupada por el bebe, yo sé (no me pregunten por qué) que está bien y que no tiene ningún virus pero me dejaba una sensación rara ser tan rebelde e ir en contra de la corriente (no es muy usual en mi). Ya casi estaba por ceder a hacerme el examen en Lima, cuando tuve mi siguiente cita con mi médico.

La cita fue el miércoles 12 último. En un gesto muy humilde que tengo aún que agradecerle por escrito (porque creo que en ese momento no se lo agradecí lo suficiente), mi doctor me dijo literalmente que “había hablado con médicos que saben más que él, que se había ido a uno de los hospitales públicos y había conversado con un especialista especifico en citomegalovirus y toxoplasmosis, llevándole todos mis resultados. El especialista le había dicho que en mi caso no era necesario hacer ningún procedimiento adicional y que me deje en paz”. Se acabaron mis problemas y mis dudas, ya tenía una opinión realmente experta que me decía justo lo que yo había leído y lo que yo sentía era lo mejor. Ya no tenía que ir contra la corriente y ser la contreras. En lo que si insistió el doctor fue en que me haga el Prenatest –test que en verdad no considero tan necesario, sobre todo porque la ecografía salió súper bien. pero ya que había ganado una batalla (y que el seguro paga este examen moderno), decidí no luchar esta (además, ¡la idea de saber el sexo del bebe con 100% de probabilidad me gusta!). Así que el famoso susto tuvo un final feliz, ya no me tengo que romper el cerebro sobre si hacerme o no la amniocentesis (lo que más nervios me daba del procedimiento era asustar al bebe, una amiga me había contado tiempo atrás que cuando se la hicieron a ella, en el momento que el bebe vio entrar la aguja, se tapó la carita para protegerse), sobre si vale la pena entercarme con el tema, o sobre nada. Yo se en mi corazón que el bebe está sano y, en todo caso, lo haré revisar apenas nazca para que se haga lo que se tenga que hacer si es que se contagió (no hay nada que se puede hacer mientras está en la panza).


Por ahora estamos a la espera de los resultados del Prenatest que deberían llegar (porque llegan de Alemania, a donde se manda la muestra de sangre) en unos 8 días hábiles y así confirmar que todo está perfecto y saber si es Adriano o NN (no tenemos ni idea de cómo se llamaría en caso de ser mujer).

¡Y colapsé!

Una vez más he estado bastante floja con el blog, una vez más las razones son las mismas: cansancio, sueño, falta de energía, para nada falta de entusiasmo y de ganas.

El tema de las náuseas ha estado bajo control y no me he vuelto a sentir mal desde esa semana fatídica. Al final, puedo decir que sumando todos mis días de malestar, en total habré tenido siete. Nada mal, ¿no?

Pero el cansancio si me mata, estoy cansada de estar cansada y no veo la hora de que se me pase.

Hace unos días, estando en Italia, a donde fuimos a visitar a mi suegra para que viera a Giulia antes de navidad, me dio una migraña de AQUELLAS. Hace meses que no me daba una así (y antes de esa que me dio habían pasado años creo) y lo peor fue que no tenía nada que tomar para calmarla porque mi suegra se cura con homeopatía y no conozco muy bien las contraindicaciones en caso de embarazo. El asunto fue que no dormí nada, me la pasé masajeándome el cuello y la cabeza sola, cuando finalmente lograba estar tranquila y controlar el dolor me daba ganas de ir al baño y todo empezaba de nuevo. Finalmente, no sé bien a qué hora, logré medio que quedarme dormida mientras pensaba “por favor, que Giulia no se despierte en la madrugada”. Mis súplicas no fueron escuchadas y, dos minutos después –o al menos así lo sentí yo-, como a las 4am, Giulia se despertó y la tuve que pasar a nuestra cama (en verdad no TENÍA que, pero no me daba la energía para hacer otra cosa), lo cual implicó que lo poco que dormí, lo dormí mal, con ella pegada a mi o encima de mí (literalmente). Al día siguiente nos tocaba volar de regreso.

Armé maletas, nos despedimos de todo (no tomé desayuno porque no me sentía muy bien) y enrumbamos al aeropuerto con bastante tiempo para poder almorzar ahí ya que el vuelo era como a las 2pm. Para nuestra mala suerte el vuelo se atrasó, tampoco mucho pero lo suficiente como para que se sienta. A ese punto a mí me ardían los ojos por falta de sueño, me moría de cansancio, me dolía el cuello de tanto haberme clavado los dedos durante la noche, la cabeza aún me fastidiaba, un desastre. Al momento de abordar (volábamos en Ryan Air que no se caracteriza por su abordaje sencillo), tuve que cargar a Giulia (mientras Alberto cargaba maletín y abrigos) y nos tuvieron esperando en un pasadizo primero y al aire libre después.  


Una vez que subimos al avión y finalmente me senté lo primero que hice fue apoyar mi cabeza en el asiento y ponerme a respirar hondo, muy hondo. Las lágrimas se me salían, lloraba del cansancio, por todos los dolores que sentía en simultáneo, de la impotencia de sentir que el cuerpo no me responde, que no me acompaña en mis ganas de hacer cosas, de la cólera de no sentirme yo misma en cuanto a energía. Se me cayeron las lágrimas por un minuto, no más, y la verdad que fue lo mejor que me pudo pasar porque luego de eso me sentí mucho mejor, creo que hasta algo de fuerzas me dio. El vuelo siguió en paz, dormí un ratito y llegué a mi casa aún muerta pero al menos con suficiente energía para desarmar la maleta y llegar a las 9:30 de la noche que, finalmente, me pude meter a mi cama (con un cojín de semillas caliente bajo el cuello y un panadol en el estómago).

lunes, 27 de octubre de 2014

Y empezaron las reflexiones de embarazo

Este post debió haber sido escrito antes del susto de la Rubeola pero, como siempre, la vida se pasa y uno no hace todo lo que quisiera. Las notas las tengo desde hace días y el archivo abierto en la compu también. Encima, cuando empecé a escribir este post, andaba por el mundo jactándome de no sentir nada, cero síntomas de embarazo. Esos días –lamentablemente- ya pasaron. Así que al final, no sólo la vida se interpuso sino también el sueño, el cansancio extremo y, más recientemente las náuseas.

Para quitarnos el tema médico de encima, les cuento que hasta la semana seis todo anduvo perfecto, cero síntomas, cero nada. Quizás algo de sueño. A partir de la sétima, me di cuenta que sufría del mismo problema de digestión LENTA que sufrí en el embarazo de Giulia…sólo que ahora, según he descubierto este fin de semana, bastante más agravado. Con Giulia, si almorzaba un almuerzo normal (normalmente fuera de casa, en la casa siempre como ligero), ya no podía cenar porque estaba llena, y si cenaba normal, me sentía llena hasta el día siguiente. Esta vez no puedo ni almorzar porque me siento empachada ese día, y los dos siguientes. No muy simpático la verdad. Viéndolo por el lado amable (i) está en mis manos controlarlo y comer menos, y, (ii) eso me está ayudando a tener controlado el peso. Felizmente, la sensación de nauseas es sólo post-“empache” y no así de improviso así que, como dije, puedo manejarlo yo. 

Lo que si me tiene muerta es el cansancio, me duermo por los rincones y cada vez que Giulia hace siesta me hecho yo también a dormir. Si no fuera por el IPhone no vería ni mis correos electrónicos, más de una vez me he pasado el día entero sin abrir la lap top (o abriéndola y cerrándola un minuto y medio después). Tengo todos mis proyectos personales en pausa (como este blog) y avanzo las cosas a paso de tortuga. Esperemos que acabando el primer trimestre me regrese la energía al cuerpo, tengo tantas ganas de hacer cosas y tantas cosas que hacer que es un poco frustrante estar así de cansada.

Así que hijit@ mío, no te me vayas a resentir cuando veas que tu blog tiene huecos temporales largos, no era falta de intención y de voluntad, sino de energía. Si no, pregúntale a tu papá que todos los sábados se la pasa almorzando solo o teniendo que esperar a que Giulia y yo nos despertemos luego de la clase de natación.

Bueno, ahora si vamos con todas las muchas (o pocas) cosas que he estado pensando en mis (raros) momentos de lucidez:

Cuando el embarazo se confirmó a los dos días del examen de orina, fue un poco raro. No hubo el shock del primer embarazo, más bien una calma alegría. Ya no tenía los miedos de antes sino miedos distintos. Ya no me preocupaba no querer a mi nuevo hijo (ahora sé que aún si no me enamoro de él/ella inmediatamente, tengo la vida para hacerlo y lo haré cada día como me pasa con Giulia), no me estresaba la parte logística de armar el cuarto o comprar las cosas (de hecho, el/la pobre no tendrá ni cuarto), ahora lo que tenía en la mente era la parte organizativa de tener dos hijos tan chiquitos y lidiar con ellos en el día a día sola (pero igual, tampoco me quitaba (ni me quita) el sueño, lo veo hacer todos los días a algunas amigas y, aunque seguro será cansadísimo y difícil, me queda claro que este asunto de la maternidad, especialmente con niños seguidos, hay que verlo pensando en el mediano plazo (seguro los primeros meses serán durísimos), cuando las cosas ya estén funcionando, todos nos hayamos adaptado y las horas de sueño de ambos bebes se hayan hecho mas extensas).

De hecho, ¡sentía y pensaba tan poco que el futuro de este blog me tenía preocupada! Felizmente la sequía de ideas duró poco. Repentinamente empecé a sentir que tenía mucho que hacer y que todo lo tenía que hacer YA, antes que mi vida cambie aún más, antes que mi activa rutina y mis dos horas para mí (cuando Giulia duerme) dejen de ser mías otra vez y vuelva a estar “esclava” por unos varios meses.

Cuando estaba embarazada de Giulia puse algunas cosas en pausa. En esa época había empezado mi idea de estudiar Life Coaching y había encontrado las potenciales escuelas donde estudiar y todo. Un problema de visa truncó mi opción preferida (que implicaba viajar para estudiar) y luego mi falta de concentración hizo que terminara por posponer todo hasta que Giulia naciera y cumpliera 6 meses (que fue lo que al final hice, días después que Giulia cumpliera 6 meses, empecé mi curso de Life Coaching). Pero el punto es que en esa época sentía que mi cerebro estaba totalmente ocupado estando embarazado y pensando en todas las cosas que pensaba y preocupándose de todas las cosas que se preocupa. Lo que más hacía era leer sobre el embarazo y buscar información para clases prenatales, de yoga, para cunas, de decoración, etc.

Con este embarazo me pasa todo lo contrario. Por un lado, a veces hasta me olvido que estoy embarazada (o me olvidaba, antes que empezaran los síntomas). De hecho, cuando mi hermano me mando una foto de la camiseta que le había comprado a Cito (como le decimos de cariño luego del susto del citomegalovirus…ver post anteriores) me tomó un par de segundos darme cuenta que era un regalo para el bebe que YO estoy esperando (ya que estamos, mención honrosa para el tío Pollo que, por segunda vez, es el primero en comprarle un regalo a mi hij@). Por otro lado, esta vez no he leído mi media página de mi libro de embarazo. Primero porque me duermo y segundo porque siento que hay mil cosas que tengo que hacer antes que eso. Ahora sólo quiero hacer cosas, no quiero parar (lamentablemente el cuerpo no me sigue en el entusiasmo), no quiero dejar de empujar mi proyecto de coaching (el curso lo terminé hace poco y ahora estoy en fase de construcción de mi página web, de lanzar un blog y de buscar clientes para seguir teniendo más práctica y lograr una certificación internacional que me interesa), quiero hacer todo lo que pueda antes que se acabe la “calma” y empiece la “tormenta”. Esta vez mi cerebro tiene espacio de más para hacer cosas, para pensar, para escribir, para trabajar, es como que ya sabe cómo es estar embarazado y esa parte la maneja en “automático”.

Otra cosa que he sentido distinta es que me he sorprendido a mi misma queriendo tener a Cito conmigo. Esto casi no me pasaba con Giulia, es más, me pasó poquísimo y cuando pasó fue más pegado al fin del embarazo (y creo que más como una forma de hacerme a la idea de su inminente llegada). Yo nunca sentí desesperación porque nazca ni por conocerla, sabía que la conocería si o si y estaba feliz de disfrutar mis últimos meses sola. Ahora tampoco estoy desesperada, para nada, de hecho quiero disfrutar mis últimos meses con Giulia de a dos, pero sí me ha pasado imaginarme con mi bebe colgado (es una de las cosas que más me ilusiona, la idea de portarlo conmigo mucho más de lo que porte a Giulia) mientras paseo con Giulia de la mano por la ciudad. O la cara de Giulia cuando conozca a su hermanit@. Luego se me pasa y, como dije, tampoco es que quiera tener a Cito ya, pero el sólo hecho de ya haberlo pensado es una novedad en mí.

Hasta ahora, estas son las cosas que han rondado mi mente respecto a este nuevo embarazo. Espero de todo corazón, saber manejar el tema de las náuseas y la comida (o que se me pase terminado el primer trimestre) porque también me he “ampayado” a mí misma pensando “sólo hay que aguantar 7 meses más” cuando no me he sentido bien… y yo no quiero “aguantar” 7 meses más, yo quiero DISFRUTAR 7 meses más. Disfrutar la espera, disfrutar a Giulia, disfrutar a mi familia de a tres antes que sea de cuatro, disfrutar el día a día, escribir, coachear, leer, todo, y no sólo sobrevivir cada día, esperando que el tiempo pase. 

viernes, 3 de octubre de 2014

El susto – Parte II

Cuando escribí sobre el susto que nos pegamos el lunes que pasó (ver post El Susto – I) pensé que este episodio sólo tendría dos posts. Como va la cosa parece que serán tres y, quizás hasta cuatro. Jamás esperé que fuera así… de hecho, recién lo estoy procesando. Pero vamos por partes.

La noche del lunes del susto fue una bastante complicada. Me costó trabajo dormirme. Yo que andaba diciendo que no tenía síntomas de embaraza, se me vinieron todos de golpe: sentía náuseas, dolor de espalda baja e incomodidad en la panza. No encontraba la posición justa para dormir. Finalmente, pasadas la medianoche (no se exactamente a qué hora) me quedé dormida. No me duró mucho la gracia porque a las 3am estaba otra vez bien despierta dando vueltas hasta que me rendí y decidí ponerme a leer sobre el famoso CVM que tenía positivo.

A cierto punto me fui al baño y me puse a llorar. Lloré 3 minutos máximo (mientras chateaba con mi mamá y una de mis mejores amigas) y luego volví a mi cama. Ya eran las 5am y tenía pánico que Giulia decidiera despertarse a las 6:30am como había hecho el día anterior…mi día martes se prospectaba bastante largo.

Amanecí a las 7am, mareada y con nauseas. Creo que lo de la madrugada fue mi forma de soltar el estrés del día anterior y mis repentinos síntomas de embarazo, la forma de mi cuerpo (y de mi bebe) de decirme que todo estaba bien, que seguía embarazada y que no pasaba nada.

Mi investigación dio como resultado que me tranquilice por el virus este.  Al haberlo tenido antes y ser solo una reactivación, las posibilidades de contagio al bebe son realmente remotas. Además, cabía una gran posibilidad de que fuera un falso positivo.

En retrospectiva, quizás mi reacción del lunes fue exagerada, quizás aún la rubéola en mi caso no hubiera sido tan grave porque también era una reactivación y no una infección primaria, no sé y creo que nunca lo sabré pero estando embarazada tengo derecho a asustarme y a estar sensible cuando leo “aborto, muerte fetal y malformaciones” al lado de una enfermedad que supuestamente podría tener.

La cosa no quedó ahí. Estuve bastante tranquila toda la semana. Incluso leí en el libro que consulté cuando estaba embaraza de Giulia que esto del CMV no era para tomarse muy en serio cuando ya se tenía el virus en el cuerpo. Es más, me enteré que en Lima ni siquiera incluyen este análisis dentro de los exámenes del protocolo de embarazo. Todo esto me tuvo bien contenta hasta mi cita de hoy. Y ahí empezaron los problemas.

Llegué a la cita y la asistente que se equivocó con lo de la rubéola me pidió mil disculpas. Luego de la típica medida de presión y análisis de orina de rutina pasé donde el doctor que me comentó lo del CMV. Yo le dije que si sabía, que había visto los resultados, y que yo ese virus ya lo había tenido en el cuerpo desde antes. Al doctor poco le importo lo que dije, al menos eso sentí yo. Me dijo que esta era una infección reciente y que me harían un nuevo análisis de sangre para confirmar el resultado y que si salía positivo otra vez me tendrían que hacer una amniocentesis en la semana 16. Luego de la palabra amniocentesis, yo ya no escuché más, me quedé como bloqueada. Creo que le volví a preguntar, que le dije que yo había leído que si era una reactivación no era tan grave pero él insistió. Lo siguiente fue la ecografía para ver el desarrollo del bebe pero yo seguía en automático. Estaba el corazón, según el doctor que todo bien, pero yo ya ni me emocioné y me siento muy mal por eso. Ese momento es (o al menos debería ser) uno de los más felices del embarazo, cuando sientes el latido, cuando sabes que las probabilidades de que algo salga mal bajan muchísimo, pero yo no lo disfruté. Yo me quedé con esa sensación de que algo no estaba bien y no atiné ni a pedirle que me deje oír el latido o que los cuente para ver la frecuencia cardiaca (como si hicimos con Giulia)
.
Yo tenía hasta pensado que luego de ver el corazón le diríamos a Giulia de su hermanit@, ahora ya no quiero hacerlo. Ahora tengo mucho miedo. En este momento sólo estoy asustada.

Saliendo del consultorio tocaba que me saquen sangre otra vez para hacer un test más exhaustivo y confirmar el resultado del primer análisis. Qué cara habré tenido que la señora del laboratorio me preguntó si me podía decir algo y, cuando le dije que si, me dijo que no me preocupara. Le dije que no lo estaba hasta hace 20 minutos y le expliqué un poco y ella también se sorprendió de la propuesta de una amniocentesis pero me prometió que, ahora que sabía más de mi historia, hablaría directamente con el laboratorio y le contaría mi caso y que, dependiendo del resultado, me dejaría hablar con el microbiólogo.

Ahora tengo una angustia espantosa, lloro a cada rato y me da una tristeza horrible pensar que, si se confirma el positivo (yo aún tengo esperanza en que haya sido un falso positivo), voy a pasar las siguientes 9 semanas preocupada esperando la amniocentesis. Yo que amo estar embarazada, que me siento tan bien, que disfruto tanto este proceso de crear vida. Y es que ahora que el tema fue mencionado, ya no creo que podría no hacerme el examen, no creo que podría vivir con la duda hasta el momento del parto, no aguantaría de ninguna manera preocupada otras 33 semanas. Es más, más de 33 semanas, todos los años siguientes, pendiente de que pueda aparecer algún rastro de contagio, algún síntoma, algún atraso en el desarrollo de mi hij@. Ahora que al doctor le pareció que la gravedad puede ser tal como para ameritar un test así de invasivo, no podré quitarme de la cabeza el asunto y siento que tengo que saber a ciencia cierta si el riesgo se hizo realidad, si mi bebe se contagió de mi.

No entiendo por qué el doctor tuvo que mencionar la amniocentesis así, por qué no esperar al menos hasta confirmar el resultado y darme al menos una semana más de paz, por qué no me dejó disfrutar del latido del corazón de mi hij@. Yo sigo pensando que no se ha dado cuenta siquiera de que yo ya tenía el virus dentro (y si es así, lo que ha hecho es imperdonable), estoy casi segura que no me escuchó (y obviamente lo volveré a mencionar en algún momento cuando se vuelva a discutir la amniocentesis). Al menos eso quiero creer.

En fin, mañana será otro día y espero de todo corazón que el paso de las horas me traiga paz y calma (y paciencia), como pasó luego de que me asustara la primera vez el lunes; que pueda quitarme de encima este pensamiento negativo de que algo no anda bien, que pueda replantear mi perspectiva pesimista de hoy y pensar en las ventajas de una amniocentesis (como saber con 100% de seguridad a las semana 16, cuál es el sexo de mi bebe) y en que aún después de la amniocentesis, todavía me queda mucho embarazo para estar feliz y tranquila.


Yo sólo quiero disfrutar de esta nueva (en este momento no tan) dulce espera…

lunes, 29 de septiembre de 2014

El susto – Parte I

Hoy no fue un día fácil. Mejor dicho, una tarde fácil. La mañana estuvo súper bien, jugando con Giulia en una nueva casa de juegos/guardería que una amiga mía descubrió y que, si todo sale como espero, debería convertirse en mi “lugar seguro” para dejarla por ratos mientras yo me dedico a coachear a mis nuevos clientes.

La tarde en cambio, fue complicada. Ya desde un principio andaba medio nerviosa creo, impaciente. No se cómo explicarlo pero creo que me sentía apurada porque Giulia no había almorzado (por quedarse dormida) y la estaba llevado a comer helado de yogurt de merienda. Sentía que tenía que hacer todo rápido, que ella se impacientaría (cuando, en realidad, normalmente es bastante paciente). Encima, en el supermercado todo me salió medio mal, tuve problemas para meter el coche en el carrito de compras, a Giulia se le cayeron los zapatos (que felizmente encontré), en fin…estaba un poco rara.

Y lo que no ayudó para nada fue el e-mail que recibí de la asistente de mi ginecólogo, enviándome los resultados de unos análisis que me hice hace 10 días (y que ya me había mandado hace una semana con la indicación de que el doctor quería verme de nuevo dentro de dos más, o sea, el próximo viernes) y diciéndome que saque cita con el doctor para seguimiento y para discutir mis resultados. ¿Discutir los resultados? Eso no me lo había dicho hace una semana. ¿Qué había que discutir? Inmediatamente le respondí preguntándole si es que había algún problema con los resultados y que pensaba ir el próximo viernes como el doctor me había indicado.

Inmediatamente me respondió diciendo que no era nada, que discutiera los resultados con el médico pero que había algo raro con mi Rubeola IGM y que me harían análisis de sangre adicionales. Como no entendí mucho y no recordaba mis resultados, inmediatamente abrí el archivo y me di con la sorpresa que en las columnas dedicadas a la Rubeola (tanto IGG como IGM) no decía nada, o sea, estaban en blanco. Además, ni siquiera sabía que significaba tener algo raro en la rubeola IGM y cuáles eran las consecuencias para el embarazo. Gracias a (o desgraciadamente por) el gran acceso a información que tenemos hoy y a los benditos (o malditos) teléfonos inteligentes, me puse a buscar en internet (mientras ayudaba a Giulia a comerse una barra de queso mozarella y la trataba de mantener tranquila en su coche que además pesaba 20 kilos por todas las compras del super) y lo poco que pude leer en mis incómodas condiciones no era para nada bueno (abortos espontáneos, muerte fetal, malformaciones y problemas de desarrollo).

Volví a escribirle a Sara, la asistente, preguntándole si tenía que ir antes de lo previsto o que si manteníamos la cita del próximo viernes. Me dijo que “si quería venir antes está bien”. Ya empezaba yo a impacientarme (más) y le escribí preguntando qué es lo que recomendaba el doctor. Su respuesta: “el doctor no está pero yo te recomiendo que vengas antes”. Para ese entonces ya Alberto sabía la historia y mi mamá también. Yo confirmé con mi mamá que de chica había tenido rubeola y gracias a internet aprendimos que por haberla tenido era normal tener el IGG (que sería como el virus dormido) positivo pero el IGM (el virus activo) debería ser negativo (y tenerlo positivo era malo). También supimos que existen los falsos positivos y que seguro era por eso que me querían volver a hacer un examen de sangre. Igual, yo que soy señora optimismo, por primera vez sentí un miedo horrible, miedo de que mi pobre bebe ya no estuviera conmigo, de que cuando vaya a mi cita, no vea su corazoncito latir y me eché a llorar. El miedo era aún peor porque, como fue con Giulia, yo no siento nada cuando estoy embarazada. Salvo alguna molestia en el lado derecho de la pelvis (que de hecho hace días no sentía) y un sueño y un cansancio que no recuerdo haber tenido con Giulia (probablemente justamente porque no tenía a Giulia), no siento nada. De hecho le acababa de comentar a mi prima que a veces no sentir nada me asusta porque, no habiendo visto al bebe aún, no hay nada que me confirme que estoy encinta. Felizmente hoy medio que si había sentido un hincón (luego de limpiar la casa) y me había parecido ver que se me empezaba a hinchar la panza (aunque es súper pronto y no he engordado nada sino al contrario, ¿no dicen que con el segundo sale más panza y más rápido?).

Al final decidí sacar mi cita para esta semana con el miedo de que por ir tan pronto, (otra vez) no se vean los latidos en la ecografía. Le dije a Sara que iría el viernes y que por favor me explique por qué no dice nada en la columna correspondiente a la rubeola de los resultados del análisis y si el problema era que había salido positivo el IGM. Me dijo que discutir los resultados no eran su competencia y que, aunque no decía nada el papel, ella sabía por el doctor y la asistente del laboratorio que mi IGM había salido “incierto” (¿?). Que no me preocupe y que vaya el viernes y le haga todas mis preguntas al médico. Le respondí que entendía que no era su trabajo explicar los resultados pero que tenía que entender que siendo la rubeola tan importante y con consecuencias tan graves, no preocuparse era difícil y que ya nos veíamos en la cita.

Este post hubiera quedado aquí, dejando para un segundo el resultado de mi cita y de los análisis, si no hubiera sido porque luego de mi último mail me llegó otro diciendo que se había equivocado y que el problema no era la rubeola sino la “CMV IMG” que había salido positiva. (¡!)

Y ahí empezó el proceso otra vez: ahora a averiguar qué michi es el CMV y qué significa tener el IGM positivo. No entraré en detalles porque lo importante es que es menos grave que la rubeola y que también pueden haber falsos positivos (que es con lo que estoy contando). Igual puede traer problemas al bebe…pero con probabilidades mucho más bajas. En verdad, después de esta montaña rusa de emociones de las últimas cinco horas, ya me quedan bastante menos ganas de seguir averiguando enfermedades y virus. Lo que si se es que ha sido eso, una montaña rusa total y que no me he vuelto a sentir yo misma en lo que ha quedado del día. Ya no se ni qué es lo que siento. Por un momento sentí como un hueco en el pecho, por otros como ganas de llorar atrapadas que no podía dejar salir. Ahora, siendo casi las 11pm ya me siento más tranquila…y debo decir que en gran parte es gracias a Alberto que, por el día de hoy, me cedió su puesto de ansioso y pesimista y asumió el de cheerleader total animándome y diciéndome que todo estaría bien. Eso es lo bueno de nosotros, que cuando soy yo la que por alguna razón colapsa (seamos sinceros, normalmente es él), siempre logra estar a la altura de las circunstancias y darme el apoyo que necesito.

Ya les contaré el desenlace de esta historia en un siguiente post…


sábado, 13 de septiembre de 2014

¡Hoy NOS enteramos!

¡Y aquí estamos otra vez! Como ya supondrán por el título del blog y del post, ¡ESTAMOS EMBARAZADOS por segunda vez! Si parece que fue ayer que nos enteramos que estábamos esperando a Giulia. El tiempo pasa volando, Giulia está cada día más grande (estoy evaluando seriamente la sugerencia de mi abuela materna que decía que debería uno ponerles un ladrillo en la cabeza a los niños para que no crezcan más), lista para convertirse en hermana mayor y nosotros preparados para embarcarnos nuevamente en la aventura de un embarazo y de recibir a un nuevo miembro en la familia.

Ya hace un tiempo que teníamos claro que queríamos un segundo bebe lo más pronto posible y cuando pensaba en cómo sería enterarme del embarazo esta vez, pensé que seguro sería completamente diferente. Que sentiría pura felicidad y que el shock que sentí la primera vez no existiría en lo más mínimo (http://recuentodeunaespera.blogspot.hu/2012/04/y-hoy-me-entere.html). Que todos los miedos que tenía en aquel momento no existirían porque ahora si ya se cómo es, ya se qué se siente ser mamá, cómo se vive y cómo se quiere a un hijo.

Ahora que ya pasó puedo decir que efectivamente fue diferente y que, tal y como predije, no hubo shock sino pura alegría. Es cierto, no di saltos en el momento (los di después) ni lloré, ni caminé ida y vuelta por la casa al leer el resultado. Al contrario, esta vez esperé con mucha calma y tranquilidad, en el piso de abajo jugando con Giulia, mientras el test esperaba en el baño de arriba a que sonara el cronómetro. No se si es el “been there, done that” (léase, el "yala") que le quita un poco la emoción, o la casi certeza que sentía sobre el resultado o que teníamos tan poco tiempo tratando que un negativo tampoco hubiera sido tan deprimente. No lo sé. Lo que si se es que esta vez no me adelanté e hice el test sola como la vez anterior, esta vez lo hice con Alberto a mi lado (y con Giulia claro), quizás eso también hizo que todo fuera más calmado, él también estaba bastante confiado del resultado (había tenido algunos síntomas raros durante la semana, no usuales de embarazo pero muy inusuales en mi así que sospechábamos que podía ser eso).

Ya pasaron varias horas y como que todavía no me lo creo. Ya empecé a averiguar (otra vez) planes prenatales y laboratorios para hacerme el test de sangre (OK, lo admito, esto la averigüé desde ayer) pero por momentos me invade el miedo de haber visto mal el positivo del test de embarazo (OK, admito también que ya compré otro test para reasegurarme mañana en la mañana) aunque Alberto lo vio antes que yo y, sabiendo NADA de tests de embarazo, cuando le pregunté el resultado me respondió “no sé, yo sólo veo un símbolo de más”. Igual, veo y veo la foto que le tomé al test para asegurarme que había un “+” y si, ahí sigue felizmente (el del test físico se ha ido borrando, cosa que no me pasó con Giulia y que quizás sea una de las causas de mis miedos).

Ya les dijimos a nuestros papás, esta vez ni siquiera tuvimos la precaución de esperar al resultado del test de sangre ni me maté pensando en cómo se los diríamos, teníamos que contarle a alguien (y de milagro no lo mencionamos en un almuerzo en el que estuvimos) y simplemente les dijimos. Lo triste fue que, una vez más, tuvimos que dar la noticia a la distancia, por teléfono y por skype. Cero besos y abrazos. 

Especialmente triste y, mas que nada, desafortunado, fue el caso de mis papás que estuvieron aquí hasta hace dos días y tuvieron que conformarse con un anuncio a la distancia. Con lo que me hubiera encantado haber estado 100% segura del embarazo el día que se fueron para que me abracen como una novedad como esta amerita, pero bueno, es lo que hay y la forma del anuncio no le resta alegría a la noticia y eso es lo que importa. Todavía no se lo hemos dicho a Giulia obviamente (lo interesante es que recién hace unos 10 días aprendió a decir la palabra “bebe” y ahora la dice todo el tiempo, así que espero que cuando sea el momento, entienda aunque sea un poquito), me imagino que esperaremos a ver al bebe en una ecografia primero.

Por lo pronto, ahora sólo queda esperar. Esperar a mi nuevo test de mañana, al test de sangre del lunes, a la cita médica que seguro será aún en dos semanas y a que todos los sentimientos y emociones que seguro van a surgir surjan (¡si no este blog sería muy aburrido!).