Hoy no fue
un día fácil. Mejor dicho, una tarde fácil. La mañana estuvo súper bien,
jugando con Giulia en una nueva casa de juegos/guardería que una amiga mía
descubrió y que, si todo sale como espero, debería convertirse en mi “lugar seguro”
para dejarla por ratos mientras yo me dedico a coachear a mis nuevos clientes.
La tarde
en cambio, fue complicada. Ya desde un principio andaba medio nerviosa creo,
impaciente. No se cómo explicarlo pero creo que me sentía apurada porque Giulia
no había almorzado (por quedarse dormida) y la estaba llevado a comer helado de
yogurt de merienda. Sentía que tenía que hacer todo rápido, que ella se
impacientaría (cuando, en realidad, normalmente es bastante paciente). Encima,
en el supermercado todo me salió medio mal, tuve problemas para meter el coche
en el carrito de compras, a Giulia se le cayeron los zapatos (que felizmente
encontré), en fin…estaba un poco rara.
Y lo que
no ayudó para nada fue el e-mail que recibí de la asistente de mi ginecólogo, enviándome
los resultados de unos análisis que me hice hace 10 días (y que ya me había
mandado hace una semana con la indicación de que el doctor quería verme de
nuevo dentro de dos más, o sea, el próximo viernes) y diciéndome que saque cita
con el doctor para seguimiento y para discutir mis resultados. ¿Discutir los
resultados? Eso no me lo había dicho hace una semana. ¿Qué había que discutir?
Inmediatamente le respondí preguntándole si es que había algún problema con los
resultados y que pensaba ir el próximo viernes como el doctor me había
indicado.
Inmediatamente
me respondió diciendo que no era nada, que discutiera los resultados con el
médico pero que había algo raro con mi Rubeola IGM y que me harían análisis de
sangre adicionales. Como no entendí mucho y no recordaba mis resultados,
inmediatamente abrí el archivo y me di con la sorpresa que en las columnas
dedicadas a la Rubeola (tanto IGG como IGM) no decía nada, o sea, estaban en
blanco. Además, ni siquiera sabía que significaba tener algo raro en la rubeola
IGM y cuáles eran las consecuencias para el embarazo. Gracias a (o
desgraciadamente por) el gran acceso a información que tenemos hoy y a los
benditos (o malditos) teléfonos inteligentes, me puse a buscar en internet
(mientras ayudaba a Giulia a comerse una barra de queso mozarella y la trataba
de mantener tranquila en su coche que además pesaba 20 kilos por todas las
compras del super) y lo poco que pude leer en mis incómodas condiciones no era
para nada bueno (abortos espontáneos, muerte fetal, malformaciones y problemas
de desarrollo).
Volví a
escribirle a Sara, la asistente, preguntándole si tenía que ir antes de lo
previsto o que si manteníamos la cita del próximo viernes. Me dijo que “si
quería venir antes está bien”. Ya empezaba yo a impacientarme (más) y le
escribí preguntando qué es lo que recomendaba el doctor. Su respuesta: “el
doctor no está pero yo te recomiendo que vengas antes”. Para ese entonces ya Alberto
sabía la historia y mi mamá también. Yo confirmé con mi mamá que de chica había
tenido rubeola y gracias a internet aprendimos que por haberla tenido era
normal tener el IGG (que sería como el virus dormido) positivo pero el IGM (el
virus activo) debería ser negativo (y tenerlo positivo era malo). También
supimos que existen los falsos positivos y que seguro era por eso que me
querían volver a hacer un examen de sangre. Igual, yo que soy señora optimismo,
por primera vez sentí un miedo horrible, miedo de que mi pobre bebe ya no
estuviera conmigo, de que cuando vaya a mi cita, no vea su corazoncito latir y
me eché a llorar. El miedo era aún peor porque, como fue con Giulia, yo no
siento nada cuando estoy embarazada. Salvo alguna molestia en el lado derecho
de la pelvis (que de hecho hace días no sentía) y un sueño y un cansancio que no
recuerdo haber tenido con Giulia (probablemente justamente porque no tenía a
Giulia), no siento nada. De hecho le acababa de comentar a mi prima que a veces
no sentir nada me asusta porque, no habiendo visto al bebe aún, no hay nada que
me confirme que estoy encinta. Felizmente hoy medio que si había sentido un
hincón (luego de limpiar la casa) y me había parecido ver que se me empezaba a
hinchar la panza (aunque es súper pronto y no he engordado nada sino al
contrario, ¿no dicen que con el segundo sale más panza y más rápido?).
Al final
decidí sacar mi cita para esta semana con el miedo de que por ir tan pronto, (otra
vez) no se vean los latidos en la ecografía. Le dije a Sara que iría el viernes
y que por favor me explique por qué no dice nada en la columna correspondiente
a la rubeola de los resultados del análisis y si el problema era que había
salido positivo el IGM. Me dijo que discutir los resultados no eran su
competencia y que, aunque no decía nada el papel, ella sabía por el doctor y la
asistente del laboratorio que mi IGM había salido “incierto” (¿?). Que no me
preocupe y que vaya el viernes y le haga todas mis preguntas al médico. Le
respondí que entendía que no era su trabajo explicar los resultados pero que
tenía que entender que siendo la rubeola tan importante y con consecuencias tan
graves, no preocuparse era difícil y que ya nos veíamos en la cita.
Este post
hubiera quedado aquí, dejando para un segundo el resultado de mi cita y de los
análisis, si no hubiera sido porque luego de mi último mail me llegó otro
diciendo que se había equivocado y que el problema no era la rubeola sino la “CMV
IMG” que había salido positiva. (¡!)
Y ahí empezó
el proceso otra vez: ahora a averiguar qué michi es el CMV y qué significa
tener el IGM positivo. No entraré en detalles porque lo importante es que es
menos grave que la rubeola y que también pueden haber falsos positivos (que es
con lo que estoy contando). Igual puede traer problemas al bebe…pero con
probabilidades mucho más bajas. En verdad, después de esta montaña rusa de
emociones de las últimas cinco horas, ya me quedan bastante menos ganas de
seguir averiguando enfermedades y virus. Lo que si se es que ha sido eso, una
montaña rusa total y que no me he vuelto a sentir yo misma en lo que ha quedado
del día. Ya no se ni qué es lo que siento. Por un momento sentí como un hueco
en el pecho, por otros como ganas de llorar atrapadas que no podía dejar salir.
Ahora, siendo casi las 11pm ya me siento más tranquila…y debo decir que en gran
parte es gracias a Alberto que, por el día de hoy, me cedió su puesto de
ansioso y pesimista y asumió el de cheerleader
total animándome y diciéndome que todo estaría bien. Eso es lo bueno de
nosotros, que cuando soy yo la que por alguna razón colapsa (seamos sinceros,
normalmente es él), siempre logra estar a la altura de las circunstancias y
darme el apoyo que necesito.
Ya les
contaré el desenlace de esta historia en un siguiente post…