miércoles, 25 de febrero de 2015

(Otra vez) No quiero dar a luz

Estoy más o menos en el mismo punto en el que estaba hace dos años y medio cuando escribí un post diciendo que no estaba lista para tener a Giulia conmigo. Hoy, una hija y todo este tiempo después, pienso exactamente lo mismo respecto a mi embarazo de Chiara. Así es, yo y mi eterno enamoramiento del embarazo. Otra vez no estoy lista ni física ni logística y sobre todo, no estoy lista emocionalmente. Emocionalmente es claramente lo que menos lista estoy.

Es cierto, ahora es diferente, hay muchas cosas que se sienten distinto. Algunas dan menos miedo (“been there, done that”) pero otras dan mucho más…quizás no miedo pero si pena, o nostalgia.

De la parte física, más o menos aplica lo mismo que dije aquella vez: aún faltan 3 meses aproximadamente, Chiara está aún en proceso de crecer y prepararse para su triunfal llegada a este mundo y, principalmente, esta vez no he hecho nada por prepararme físicamente. Esta vez no he ido ni a media clase de yoga prenatal, no he leído ni media página de ningún libro y no he ido a ninguna clase de preparación de nada. Claro, uno podría decir que justamente porque ya pasé por un parto y una prolongada lactancia, ya no necesito nada de eso… Pero no, siento que alguito de preparación me caería bien. La verdad es que uno se olvida de muchas cosas y mi parto de Giulia se siente como si hubiese sido hace 10 años y no sólo hace dos. Pero que no cunda el pánico, tengo planeado, si no leer o tomar clases prenatales, si ir a clases de yoga al menos unas veces para recordar cómo respirar y tener a la mano algunos números de emergencia de consultoras de lactancia en caso no me vaya tan bien sola.


26 Semanas. Foto por Olga Stepanova

Respecto a la parte logística, estamos medio en nada. Bueno, no tanto así porque casi tenemos todo. Chiara heredará casi todo de Giulia y ahora que soy una madre “experta” ya se que no necesito tantas cosas tampoco. Eso sí, lo poco que falta sigue faltando. La pobre Chiara no tendrá cuarto propio por ahora si no un pedacito del nuestro pero si le quiero comprar al menos alguna cosita decorativa que más adelante pueda ir en su futura habitación. Le compraremos un “pack and play” que le servirá de cuna momentánea porque creo que estará con nosotros un poco más del tiempo que Giulia estuvo (básicamente por temas logísticos laborales, plazos que debemos esperar se cumplan para saber cuál será nuestro futuro). Ya sé cuál quiero, pero hay que ir a comprarlo. El tema de parto, cordón umbilical, doula están a medias. Ya vi lo del parto y la clínica (médico y enfermera obstétrica elegidos) y falta ver lo del cordón y conseguir una doula nueva (la mía del parto anterior no vive más en Hungría). En estos días debo cerrar al menos el tema del cordón pero ya vi que el tema doula me tendrá preocupada por un rato porque es el más “complicado”: es el más personal, implica encontrar a alguien con quien haya cierta química e intimidad….al final va a estar presente en uno de los momentos más personales de mi vida.

Si he tenido momentos, atisbos de instinto de anidación que se han asomado. Momentos en los que he querido ya ponerme a sacar la ropa de Giulia para ver qué le va a servir a Chiara y qué no (más que nada porque nacen en estaciones opuestas), ponerme a lavar lo que ya tengo claro que usará y las cosas que ha heredado de su prima y organizar cómo voy compartir los (pocos) cajones de Giulia… Pero la verdad es que Giulia ocupa la mayor parte de mi tiempo y aquel que tengo libre por sus siestas lo he estado utilizando o para descansar o para hacer cosas mías… Por otro lado, como está empezando su inserción en el nido, he pensado en mejor esperar a tener ese tiempo libre para dedicarme a las cosas logísticas pendientes…incluyendo la preparación de la ropa.

Tampoco quiero que dar a luz todavía porque los meses que vienen van a ser especiales por muchas razones. Por un lado, ahora que –como ya dije- Giulia está empezando a ir al nido, tendré unas horas para mí que no he tenido en los últimos dos años y dos meses. Tendré tres horas y media en la mañana para hacer lo que quiera, para despatarrarme, para avanzar mi proyecto de coaching, para ir de compras sola, para terminar los temas logísticos que mencioné antes, para estar conmigo. Estas horas serán un lujo que no tendré por al menos otro par años, así que, aunque con sentimientos encontrados porque marcan el final de una etapa muy linda en la que Giulia y yo hemos sido inseparables, pienso sacarles provecho, disfrutarlas al máximo (sea lo que sea que “disfrutarlas” signifique para mi cada día) y no tengo nada de ganas de renunciar a ellas por la llegada de Chiara.

Aunque ya medio lo dije en el párrafo anterior, otra razón para no querer dar a luz es que tengo proyectos míos que quiero seguir avanzando y terminando mientras pueda y antes que la vida me cambie otra vez. El tiempo para mí que tendré (y el poco que ya ahora tengo cuando Giulia duerme) lo quiero usar en terminar finalmente con mi página web profesional, en atraer algunos nuevos clientes, en coachear las horas que me faltan para poder aplicar a la certificación internacional que me interesa, en escribir para mi nuevo blog, en leer y hacer las cosas intelectualmente estimulantes que me gustan y que se verán indudablemente suspendidas apenas llegue Chiara. Seguro algo haré luego de que nazca, yo no me puedo quedar quieta (y mi cerebro menos) por tanto tiempo, pero siendo honesta no creo que eso que vaya a hacer lo haga antes de los 6 primeros meses en los que estaré gozando de mi auto instituida “licencia de maternidad” y en los que probablemente estaré organizándome, armando mi rutina de madre de dos, muriéndome de sueño y quedándome dormida apenas se duerman y tratando de cuadrar las siestas de las dos para poder recuperar algo de tiempo libre durante el día.

Pero además de todas las cosas que ya mencioné –que creo no son pocas- está la parte emocional que indudablemente es la más complicada, esa es la que me tiene sintiendo mil cosas distintas, todas a la vez y que sé que será complicada aún después del parto.

Hace poco me preguntaron cómo me sentía respecto a Chiara, si ya la quería. Me lo preguntaron hace poco más de un mes y me lo preguntaron también hace sólo unos días. En ambos casos respondí básicamente lo mismo. No sé si ya la quiero, pero si sé que siento más por ella de lo que sentía por Giulia a esta misma altura del embarazo. Con Giulia, como dije siempre en el blog, nunca sentí que me moría por ella desde la panza, o que me enamoré tan pronto vi el test de embarazo positivo, ni siquiera me moría por conocerla. Con Chiara tampoco, pero si siento una cercanía distinta, es como que ahora que se lo que voy a sentir por ella en el futuro, me siento más capaz de reconocer su presencia, de admitir que está ahí, de que es una personita y hasta soy capaz de dirigirme a ella de manera natural, hablarle, cosa que con Giulia no podía, nunca hice (y si lo hice, fue más forzada por el hecho que me sentía mala no hablándole). Algo que refleja este cambio es que, por ejemplo, cuando hace unos días empecé a escribir el post anterior de este blog, lo escribí dirigiéndome a ella, le estaba hablando a Chiara, contándole a ella todo lo que había pasado en los últimos meses. Eso nunca me pasó con Giulia (al final cambié el post para mantener la uniformidad del blog). Me queda claro (y que le quede claro a las dos, cuando sean más grandes y lean este blog) que no es que quiera o vaya a querer más a una que a la otra, es sólo que en el primer embarazo yo no sabía qué se siente por un hijo, ahora sí. De hecho, mi miedo más grande con Giulia fue no enamorarme de ella apenas la viera (y de hecho creo que no me enamoré a primera vista), ahora no tengo ese miedo, ahora sé que muy probablemente no me moriré por ella de inmediato pero se por cierto que me moriré por ella igual, que tiempo para enamorarnos la una de la otra tenemos de sobra… y que mi corazón se hará más grande para quererlas a las dos con la misma fuerza.

Por otro lado, estoy en un momento de nostalgia. Nostalgia y pena por las etapas que se cierran con Giulia, por todos los “últimos” que van a ir dándose en los próximos meses y años.

No estoy lista para dejar de ser sólo “Giulia y yo” en el día a día. Así como antes no estaba lista para dejar de ser solo yo (bueno, y Alberto, pero en el día a día era solo yo y ahora somos Giulia y yo). No estoy lista, y me está costando horrores, asumir que en pocos días, cuando Giulia esté completamente en el nido, dejaré de ser testigo de TODAS las cosas que hace, de cada uno de sus logros, de cada una de sus gracias, de cada una de sus risas. Me muero por recuperar un poco ese espacio para mí pero, al mismo tiempo, se me estruja el corazón cada vez que pienso que ya no vamos a estar juntas todo el día (nótese que racionalmente lo tengo todo clarísimo, pero el corazón no entiende de razones cuando hay tanto amor de por medio). Tampoco estoy lista para dejar de ser “Giulia y yo” luego del nido, no estoy lista para encima tener que dividirme y no poder abrazar a Giulia mientras se queda dormida para su siesta (no lo hacemos siempre pero a veces sí), para tener que decirle, con más frecuencia de lo que se lo digo ahora, que me tiene que esperar antes de poder hacerle caso con algo. Tampoco para cambiar nuestra rutina de noche en la que se echa a tomar su leche entre mis piernas o entre Alberto y yo.

En la misma línea, no estoy (mejor dicho, “estamos” porque acá también se incluye Alberto, y ya escribiré sobre cómo ha sido distinto este embarazo como pareja) para dejar de ser tres, justo ahora que Giulia está más graciosa y divertida que nunca, justo cuando se comunica tan bien y nos cuenta cosas. Nos queda claro que esta nostalgia, ni ninguna de las otras, se quitaban con posponer el segundo bebe, sea cual sea el momento en el que hubiéramos decidido tener un segund@ hij@ nos hubiera pasado lo mismo, siempre hubiéramos tenido pena de cambiar las cosas, así como nos dio pena dejar de ser dos y, en algun momento nos dio pena dejar de ser solteros. Al final, creo que esta nostalgia en particular es “un buen síntoma”, significa que estamos disfrutando cada una de las etapas de nuestras vidas.

Quizás por todas estas cosas que uno deja y la pena que se siente (o la felicidad que da el status quo) hay parejas que deciden no tener más de un hijo. Para mi esa no era una opción (para Alberto pudo haberla sido, siendo hijo único, para él era algo más normal), yo si sentía que quería darle un herman@ a Giulia…porque yo se qué es tener hermanos y quería que ella tuviera lo mismo.

Además, tampoco estoy lista para que se acabe el embarazo. Este que, muy probablemente, sea el último. Aunque tampoco estoy preparada para desde ya decir que “se cerró la fábrica” y negarme tajantemente la posibilidad de tener un hij@ más, racionalmente sé que es el escenario más probable y justamente porque sé que lo es, me da tristeza pensar que puede que nunca más cargue un bebe en mi panza. Si pues, me gusta estar embarazada. Con todo y el mayor cansancio que he tenido esta vez, sigo sintiendo que es un estado muy especial, que crear vida es un privilegio y me cuesta decirle adiós a la posibilidad.


26 Semanas. Foto por Olga Stepanova

Así es que, como ven, definitivamente no estoy lista para ser mamá por segunda vez. Felizmente, para cada embarazo, la naturaleza te regala nueve meses para que lidies con tus emociones y llegues al gran día lo más cerca a “lista” que se puede estar. A mi quedan aún tres meses.

Chiara llegará cuando tenga que llegar, esperemos que más tarde que temprano, y desde el día que llegue ocupará mi vida, mis días, mi mente y mi corazón, pero mientras eso pasa seguiré disfrutando la poca soledad que tendré, mis momentos de a dos con Giulia y mis ratos con mi familia de a tres.  

miércoles, 18 de febrero de 2015

Recapitulando

Siempre pasa lo mismo, siempre hay un momento de para largo cada vez que escribo. Siempre hay un post en el que recapitulo o me pongo al día porque pasé mucho tiempo sin escribir. En este blog ha sido más frecuente aún y esta última para ha sido más larga que ninguna otra. Las razones, las de siempre más una más. Cansancio y luego Lima…y bueno, luego regreso de Lima y retorno a la realidad con compromisos asumidos con anterioridad que me han tenido ocupada. Han pasado muchas cosas y pensado y sentido otras tantas. Por eso he decidido recapitular hecho y sucesos aquí y compartir pensamientos y emociones en otro post.

Iría en orden cronológico que es como mi mente normalmente funciona pero creo que mejor empiezo por orden de importancia… porque ya quiero que quede constancia de su nombre –y porque me muero de ganas de escribirlo por primera vez como hice con Giulia: Se va a llamar Chiara, Chiara Monguzzi Ferradas. ¡Suena lindo y se ve lindo! Al menos para mí. No recuerdo con claridad si cuando le pusimos el nombre a Giulia, lo decía con tanta frecuencia en mi día a día pero Chiara lo digo siempre, quizás porque tengo a quién decírselo todo el tiempo: a la futura hermana mayor.

Cuando buscábamos nombre, yo tenía una idea bastante fija: tenía que haber una suerte de simetría entre Giulia y el nuevo nombre. Eso descartaba nombres muy largos. No se “PUEDE” (para mi es como que casi estaba prohibido en alguna parte) tener una hija con un nombre corto y otra con nombre largo o, peor aún, compuesto. Lo se, es una sonsera, no tiene fundamente lógico, pero para algunas (creo/espero pocas) cosas mi cerebro es muy parametrado, le encanta que las cosas sean simétricas, parejas. El otro requisito era que fuera un nombre que no se pudiera cortar. Quería que llamen a mi hija por su nombre tal cual es (como con Giulia). En esta última parte Alberto si estaba 100% de acuerdo, con lo del largo no era tan estricto. Mi primera opción siempre fue Chiara, pero igual hice una lista de posibilidades entre las que destacaban Flavia y Bianca. Alberto prefería Bianca así que por varias semanas el nombre estuvo entre esos dos. La verdad, como ambos me gustaban, iba a ser Alberto el encargado de tener la decisión final. Por un momento parecía que ganaba Bianca, de hecho, por semanas Chiara fue cariñosamente conocida como BiancaCita, en honor al pinche virus que nos atormentó por semanas.

Al final, quien tuvo la última palabra y decidió tu nombre fue su hermana. Conversando con mi mamá sobre los dos nombres (porque hubieron momentos en que yo empecé a preferir Bianca –creo que de tanto decirle BiancaCita- y Alberto empezó a preferir Chiara), ella me preguntó si le habíamos dicho a Giulia cuáles eran las dos opciones para ver cuál le gustaba más a ella. Me pareció una buena idea y ahí mismo, mientras tomaba desayuno, le pregunté qué nombre le gustaba más y respondió, sin pensarlo un segundo, “Cara”… y así, Alberto fue informado que por “demorón”, la decisión había sido tomada por él (pero él siguió diciendo que lo seguiría pensando y tres días después “él decidió” Chiara). J Como me dijo una querida amiga, era justo que le toque a Giulia la decisión, sus palabras textuales fueron que “uno debería tener el derecho de elegir el nombre de la hermana con la que se va a agarrar de los pelos por el resto de su vida”…. En verdad espero que no se agarren tanto de los pelos y que se quieran mucho, pero reconozco que tiene su punto.

Ahora sí, vayamos en orden cronológico, esperando que no se me pase nada. Para no perder la costumbre de los virus, en los primeros días de diciembre nos atacó otro. En realidad, le atacó a Giulia principalmente y, como era de esperarse, me contagié yo. Giulia tuvo una forma leve de “manos, pies y boca” y a los días, empecé a mostrar los síntomas. Felizmente, es un virus que a la altura del embarazo en la que estaba no implicaba ningún riesgo para Chiara… pero claro, ya con este nuevo episodio, la pobre pasó de ser Biancacita a Viruscita (ambas “chapas” cortesía de tu tía Deb)… ¡Que quede constancia que por virus no nos hemos quedado en este embarazo!

Luego del virus (y de estar encerradas largos días las tres para no ser un peligro público…aunque acá en Budapest todos los niños cercanos cayeron enfermos con lo mismo, así que no teníamos a quien más contagiar casi), ¡nos tocó ir a Lima! Gracias a Dios había sido una madre embarazada responsable y juiciosa los primeros cuatro meses, porque el “cariño” de Lima me hizo engordar todos (TODOS) los kilos que no había engordado antes y, como consecuencia, salió toda la panza que tampoco había salido antes (de hecho, nunca antes, porque definitivamente esa panza no me salió con Giulia, tengo a mis 26 semanas, la panza que tuve a las 35 semanas de Giulia). Tanto así fue de llamativa (e imprevista) la salida de la panza que hasta terminé yendo al doctor porque tenía dolores poco usuales en el lado derecho de la barriga: como sospechaba (pero no quería pecar de relajada y no ir a chequearme) eran mis pobres ligamentos que estaban haciendo un esfuerzo exagerado (y repentino) por mantener todo en su sitio.

En Lima la pasamos súper, celebramos el cumpleaños de Giulia, fuimos a la playa, pude lucir orgullosa mi panza en bikini (y no parecía una gordita más, se notaba que era redondez de embarazada), comí rico (ceviche y sushi incluido, para horror de las indicaciones médicas europeas), nos engrieron bastante, pude dormir un poco más de lo normal (no tanto como hubiera querido pero más por culpa mía que por falta de oportunidad).

Fue en Lima que sentí a Chiara por primera vez. Sinceramente no estoy segurísima de cuándo fue exactamente pero me atrevería a decir que fue como a la semana 19, casi como con Giulia. Es cierto que ahora sabía mejor qué esperar de los movimientos pero no me pareció que por eso la sintiera antes. Lo que si puedo decir con total y absoluta certeza es que desde que empezaron los manazos y volantines, no han parado y son MUCHO MAS frecuentes de lo que eran con Giulia. De hecho, cuando fui al médico en Lima, el doctor me dijo que era una niña que se movía muchísimo y que, aún sin test genéticos, él me podía afirmar que era una niña sana sólo por su nivel de actividad. ¡Ese comentario fue música para mis oídos! Lo que si me tiene un poco “preocupada” es si su nivel de actividad en la panza es un indicador del nivel de actividad que tendrá fuera de ella. ¡Esperemos que no tanto!

Ya de vuelta a Budapest tuvimos la ecografía genética que había quedado pendiente por el viaje a Lima. Todo parece estar en orden. Le dimos especial importancia a observar el corazón por si tenía el mismo “huequito” que tuvo el de Giulia al nacer (y que se cerró solo a los pocos meses). El examen de glucosa también salió normal. No me acordaba lo dulce y feo que es el preparado que te hacen tomar en ayunas.

Chiara. No muy fotogénica la pobre.


Por ahora Chiara está cabeza abajo, al menos la mayor parte del tiempo según lo que puedo deducir del tipo de patadas -o puñetes- que siento (y lo ha estado también todas las veces que la hemos visto con el ecógrafo). Aunque se que todavía tiene mucho espacio para darse vueltas, espero que, como Giulia, esa se mantenga como su posición favorita durante las 14 semanas que aún nos quedan (¡porque esperamos llegar a las 40!).


En general, no me puedo quejar de este embarazo. Para nada. Pero si tuviera que elegir una sola palabra para describirlo, la palabra sería “cansado”, mientras que para el de Giulia hubiera elegido “perfecto”. A mi 6 meses ya he tenido un día de paso lentísimo para caminar, cosa que con Giulia no me pasó sino hasta el mes 8 aproximadamente, y me siento más pesada. Aún así, no cambio mi panza por nada y, una vez más, todavía no quiero dar a luz…