viernes, 27 de marzo de 2015

¿Instinto de anidación o puro estrés?

Estas últimas semanas he empezado a sentir un estrés que no sentía hace tiempo. Ese que se siente cuando te das cuenta que tienes muchas cosas que hacer y que sabes ni cuáles son porque no has empezado ni con hacer la lista. Yo se que uno siempre tiene cosas en su “To do list” pero como que ya empecé a sentir que el tiempo se acaba y que ahora si hay que hacerlas YA. Con Giulia sentí esto mucho antes, pero más que sentirme estresada, sólo quería tener todo listo desde el principio. Con Chiara está siendo diferente. En parte creo que he estado súper tranquila porque me siento bastante confiada de que no necesito gran cosa porque ya todo lo tengo. Y si, es verdad que tengo mucho pero no, no es cierto que tenga tan todo como para no preocuparme por hacer ciertas cosas.

Ahora si ya estoy haciendo citas con potenciales doulas (de hecho hoy me reuní con una), ya llamé a la señora del cordón umbilical e hice el pedido del kit. Sigo tratando de ubicar a la obstétrica que me dio las pastillas homeopáticas la vez anterior. Claro, todavía no tengo todo cerrado pero al menos ya las llamé. Ya apunté en mi agenda cuándo se supone que voy a ir a hacer algunas cosas, ya fui a dejar mi fular para que me lo corten (y le hagan uno versión mini a Giulia) y compré los aros que quería para usar mi otro fular como ring sling. Ya anoté que llegando de Italia me tengo que ir a ver el pack and play y empezar a lavar ropa y ver qué queda y que se va de las cosas de Giulia. Ya hice la lista de cosas que necesito pedir prestado y aquellas que necesito comprar (¡tipo pañales de recién nacido!). No son tantas cosas pero son y necesitan tiempo, sobre todo cuando trato de sacarle el jugo a mis mañanas libres haciendo otras cosas no relacionadas a Chiara sino a mí.

Según una de mis amigas que lo que tengo es instinto de anidación. Según yo que es purito estrés motivado por el innegable hecho que la fecha se acerca, los plazos se van acortando y cada vez queda menos para que llegue Chiara y hay cosas que TIENEN que estar. ¿O será, como dice mi amiga, que lo que yo llamo estrés en verdad es Instinto de Anidación versión 2.0 (o sea, segundo hijo)? Puede ser, el hecho es que me siento poco preparada logísticamente para la llegada de Chiara y siento que hago las cosas con más sentido del deber que ilusión (para Giulia armé pompones y hasta medio que cosí unas cosas para su cuna). ¿Será que es porque Chiara no tiene cuarto y probablemente no vaya a tenerlo en esta casa?

Chiara el miércoles 25. 31 semanas y 3 días.

La otra cosa que he notado es que, sorprendentemente, no estoy tan cansada y hecha puré como estaba hace unas semanas. Y más aún que no lo estuve las dos semanas que Alberto se fue de viaje (regresó hace 1 semana exacto). Por un lado creo que el hecho que Giulia vaya al nido (y sea feliz porque cuando no era feliz yo no estaba feliz sino medio estresada) me ha quitado una buena cuota de cansancio físico (aunque igual a veces camino como loca y hago mil cosas en esas horas libres). Por el otro, creo que la ausencia de Alberto influyó bastante. Al respecto, tengo dos teorías: O su presencia me estresa o…no, mentira, esa no es una de las teorías J, las teorías son que quizás el hecho de saber que estoy sola hace que no me canse tanto porque se que no me puedo dar el lujo de estarme muriendo o, y esta es la que creo me convence más, el hecho de tener la cama para mi sola hace que descanse mejor de noche y esté más “viva” durante el día.

Igual, no es que cuando no estuvo Alberto –e incluso ahora- no hiciera siestas algunas veces con Giulia, no es que estaba llena de energía todo el día pero no me estuve cayendo por las paredes ni me sentía adolorida como estuve, por ejemplo, hace tres sábados (que realmente me preocupé por un momento cómo iba a hacer cuando se fuera Alberto). Pero si, estoy bastante mejor de lo que me esperé tomando en cuenta cómo me he sentido antes, cuando ni siquiera la panza era tan grande. Quizás, como dice mi amiga, es el instinto de anidación que me tiene vigorizada y sin ganas de parar.


Sea como sea, no me quejo, todo va bastante bien, estoy activa, y a pesar de que Alberto ya llegó y que ya no duermo tan bien, igual estoy sintiéndome con ganas y fuerzas (a pesar de tener un poco de sueño a veces), no camino como pato (aún) y sigo sin querer dar a luz (por el momento). Veremos qué nos traen las próximas semanas. J

martes, 24 de marzo de 2015

Lo que pocas te dicen…

Estaba hace ya más de un mes en la casa de una amiga que acaba de ser mamá por segunda vez conversando con otra de las invitadas y le contaba que estaba bien, feliz y contenta con mi segunda bebé en camino pero que al mismo tiempo estaba llena de pena y de nostalgia por todas las etapas que se iban cerrando y todos los “últimos” que estaba empezando a ocurrir en mi vida y en mi vida con Giulia,  cuando la mamá a la que habíamos ido a visitar me dice algo así como que le daba gusto que estuviera tan consciente de esas cosas, que ella nunca pensó en eso antes de dar a luz.

Me decía que durante su segundo embarazo, leyó muchos libros sobre cómo la llegada de su segunda hija iba a afectar a la primera (con la que se lleva solo año y medio) y cómo hacer el proceso más fácil (ya con eso me lleva ventaja porque yo sigo sin leer NADA) pero que ningún libro (ni nadie) la preparó para cómo se iba a sentir ella con la llegada de su segunda hija y con el hecho de que ya la primera no sería la única en su vida.

Mientras estuvo embarazada, alguna vez conversamos sobre cuántos hijos había pensado tener, sobre si ahora que esperaba el segundo todavía pensaba en el tercero y su respuesta en ese momento era que sí, que si le gustaría tener un tercero, pero mucho más adelante todavía. Luego de dar a luz, el día de la visita a su casa, me dijo que ahora sabía con certeza que no quería otro hijo más porque no podía pensar en tener que dividir su atención aún más de lo que la divide ahora.

Me dijo que jamás había pensado que se sentiría tan triste de no poder darle a su hija mayor la misma atención que le daba antes de que naciera la menor, que verla jugar sola le rompía el corazón y la hacía querer ir corriendo a acompañarla y jugar con ella pero que la mayoría de veces no podía porque tenía que atender a la más chiquitita. Lo mismo, aunque en menor medida, le pasaba al contrario: sentía pena de no poderle dar a la bebita la misma atención “no compartida” que le dio a la mayor cuando era una recién nacida.

Yo si lo había pensado y me pareció curioso que con todo lo que había leído mi amiga, ningún libro se lo haya hecho notar… o que ninguna otra mamá de más de uno se lo haya comentado (una mamá reciente supongo porque me imagino que con el paso del tiempo uno se olvida de esas encrucijadas y sentimientos). Así que ahí está: una más de esas cosas que a veces nadie te dice.

Es cierto, hay mamás que no lo dicen no porque no quieren admitirlo sino porque en verdad no lo piensan. Lo comentaba con otra amiga, ella embarazada de su tercero, y me decía que ella nunca lo había pensado, que ella no es así, no le da muchas vueltas a las cosas y que su hija mayor, por el tipo de personalidad que tiene, tampoco permitió que se le prestara menos atención cuando llegó el segundo (y también se llevan menos de dos años). Ahora que espera el tercero tampoco se hace problemas por ese tema. Sin embargo, si me comentada de otra amiga suya que, como mi primera amiga, si le había dicho que no tendría más hijos porque sentía que había llegado a su límite de cuánta atención de calidad podía dar con sus dos hijos.

A mí si es un tema que me preocupa, más que preocuparme (y lo que me preocupa son las fuerzas físicas como dije en el post anterior) es que me da pena desde ya. Conociéndome, yo si me voy a sentir triste de dividirme, triste de no tener ya momentos solo con Giulia (o al menos no tantos, mi amiga por ejemplo tiene una tarde en la que deja a la bebe con una niñera y se va a hacer algo sólo con su hija más grande), triste porque seguro la pobre Chiara llorará más de lo que alguna vez dejé llorar a Giulia. Me queda claro que no soy ni la primera ni la última madre en tener que dividir su atención o en tener dos hijos relativamente con poca diferencia de años y que todas han sobrevivido sin mayores traumas emocionales y que esos otros niños han crecido bien y que así es pues, así es la vida. Eso no quita que uno se sienta triste y que de nostalgia… en general, que uno SIENTA…y yo creo que el valor de todo esto, de sentirlo, de escribirlo y compartirlo, es justamente admitir que uno siente… libera… y quizás ayuda a alguna otra mamá que no lo había pensado a prepararse para sentir.


Viéndolo por el lado amable y tomando en cuenta que, como ya he dicho, aún me rehuso a cerrar la puerta a la posibilidad de un tercer hijo, quizás esa tristeza de dividirme entre dos me haga cerrar esa puerta en paz, no sólo en mi cerebro (porque ahí está un poco más cerca de ser cerrada) sino también en mi corazón. 

lunes, 16 de marzo de 2015

Tengo miedo…

Estas últimas semanas han sido medio difíciles. No tanto físicamente, aunque si he tenido un par de días de cansancio extremo y estoy empezando a tener sueño otra vez; si no, más bien, emocionalmente.

Por un lado, empezó el proceso de mandar a Giulia al nido. Hoy es exactamente un mes que empezamos y, finalmente, me siento tranquila. Pero no fue fácil. He llorado muchas mañanas, sobre todo las últimas, antes que por fin se fuera contenta. Por alguna razón que desconozco (y creo que es común que pase así ahora que recuerdo la experiencia de una amiga mía), parece que el proceso se pone peor antes de ponerse mejor. Al menos ese fue nuestro caso. La semana pasada Giulia lloraba mucho a la hora que me iba (cosa que no hacía al principio) y a mí se me partía el corazón. Racionalmente sabía que tenía que aguantar y que era parte del proceso y que ella estaba bien (porque cuando regresaba estaba bastante contenta) pero la verdad es que cada mañana me daban ganas de no llevarla nunca más. Total, yo podía estar con ella.

Probablemente hubieran habido menos lágrimas (mías…y quizás también suyas) si no estuviera embarazada, no sé. En general no he notado estar más llorona de lo normal en otros ámbitos pero definitivamente si me emocionaba mucho con el tema del nido y de dejarla y verla llorar, hasta cuando la veía de lejos jugando en el parque con sus amigos se me salían las lágrimas…no sé, la veo tan chiquita (porque además ES la más chiquita de su clase por unos seis meses) y me da tanta pena que se acabe esta etapa de estar juntas todo el tiempo. Lo bueno es que hoy si puedo decir que estoy feliz, que la dejé contenta, que cuando la recojo ya la veo feliz, como es ella, saltando, gritando, hablando como un loro…ahora si podré empezar a disfrutar mis momentos sola.

Giulia en el nido, yendo al parque

Por otro lado, hace dos semanas tuve que decirle “hasta luego” a mi mejor amiga acá (y una semana antes de eso, nos despedimos de su hijo, que es el mejor amigo de Giulia). Esa es la parte más difícil (luego de estar lejos de la familia) de esta vida de expatriada. Y ahora es aún más difícil porque también Giulia se separa de sus amigos y, aunque no pensé que esto sería un problema a sus escasos dos años, resulta que lo es y que es bastante doloroso para mí también. Yo sé que Giulia no se acordará en el futuro de su amigo Fotis (ahora me pregunta por él todos los días casi), pero el asunto está en que yo si me acordaré de él y de lo amigos que se hicieron (cosa rara para la edad que tienen en que los niños juegan paralelamente y no entre ellos) y de cómo se divertían juntos. Despedirme de Chrisa no fue fácil (además es la segunda mejor amiga que hago y tengo que despedir desde que llegué), nos hicimos muy cercanas en estos últimos tres años, vivimos buena parte de nuestros primeros embarazos juntas, nos veíamos casi todo los días, salimos embarazadas por segunda vez casi al mismo tiempo, compartimos muchas de nuestra dudas y experiencias de mamás primerizas, de esposas expatriadas, en verdad fuimos un apoyo bastante grande la una para la otra. Y ahora ya no está. Seguiremos siendo amigas, de eso no hay duda, y se que la volveré a ver pero despedirse nunca es fácil (embarazada o no).

Para terminar con la lista de experiencias fuertes de las últimas semanas, se murió mi perra Toña en Lima. Y se murió cuando encima estaba sola (léase sin Alberto). La pobre tenía de todo, siempre fue una perrita enferma y sabía que el día en que nos abandonaría estaba cerca (de hecho, estaba casi segura que no la volvería a ver) pero jamás pensé que se moriría accidentalmente y menos luego de haberla visto por Skype como 20 minutos antes de que se nos fuera. Viéndolo por el lado positivo, murió rápido y tuvo la bondad de ahorrarle a mis papás y a mi hermano, el tener que tomar la decisión de ponerla a dormir si su condición empeoraba (cosa que era bastante probable). Fue triste enterarme de la noticia de lejos y, una vez más, no estar con mi familia en el momento. Todos corrieron de sus trabajos a la casa para estar con mi mamá y enterrar a Toñita en el jardín y yo no estuve ahí.

Encima de todo esto, y no sé si justamente por todo eso (menos lo de Toña porque Giulia no sabe que se murió) más el hecho que estoy embarazada y que tiene dos años y es su labor ponerse medio pesada, Giulia anda en la etapa rebelde. Felizmente no le dan pataletas, lo que le dan son “huelgas”, o sea que se sienta en el suelo y no se quiere mover (por lo general cuando estamos en la calle). Huelgas y ganas de retarme para ver hasta cuánto le aguanto. Así que ahora empezó más que antes la etapa (y gran responsabilidad) de educar y de poner a prueba mi paciencia. Al menos estoy contenta de que las huelgas sean huelgas y no escándalos en la calle pero igual, al no estar yo al cien por cien físicamente como para cargarla, tengo que armarme de mucha paciencia y buen humor para esperar a poder seguir nuestro camino cada vez que decide entercarse.

Justo porque las cosas con Giulia se están poniendo en plan “terrible two” y porque sé que voy a tener que ejercitar mi paciencia con ella, es que tengo un poco de miedo. Ya lo estaba teniendo desde antes pero con la inminente cercanía de la llegada de Chiara, el miedo aumenta. Miedo de cómo voy a hacer con dos cuando esté sola (ojo, yo sé que no estoy sola sola, que también está Alberto pero él no está todo el día con nosotras).

Justo ayer una amiga me preguntaba cómo me sentía, si ya quería que nazca Chiara por el cansancio que siento algunos días o qué era lo que estaba sintiendo. La verdad le dije que no estaba segura sobre qué es lo que sentía. Sabía que no quería dar a luz todavía pero aparte de eso no sabía qué más sentía. Luego de unos minutos de caminar le dije que tenía miedo. Miedo de los próximos meses, miedo de estar muy cansada, miedo de no poder dormir lo suficiente y de volverme irritable, intratable y de que eso se refleje en mi día a día, en mi relación con Alberto y en mi relación con Giulia y con Chiara. Miedo a que Chiara duerma malísimo y que yo no tenga cómo recuperar las horas no dormidas. Miedo a que Giulia deje las siestas y que mi plan de dormirlas al mismo tiempo para poder dormir yo con ellas no resulte.

Con Giulia tuve suerte, al menos los primeros seis meses su sueño fue bastante bueno y yo pude dormir bien de noche. Pero cuando a los seis meses empezó a despertarse cada dos horas (y ojo que felizmente sólo se despertaba, lactaba y se volvía a dormir, o sea, nada de horas caminando por la casa de noche o desveladas feas), luego de unas semanas de no dormir bien la diferencia se empezó a sentir. Al menos la sentía yo. Mi paciencia no era la misma, odiaba a Alberto por ratos (a alguien tenía que odiar, ¿no? ¡Y no iba a ser a Giulia!)…e insisto, no la tuve tan difícil, sólo duro unos tres meses eso de las despertadas seguidas y fueron cada dos horas no cada 45 minutos como he conocido casos.

Ese es mi miedo ahora y quizás esa es otra de las razones por las que no quiero dar a luz, una que no enumeré en mi post anterior. Porque por muy cansada que me pueda sentir ahora algunas veces, todavía tengo la oportunidad de dormir en cada siesta de Giulia (cosa que hago al menos dejando un día) o irme a la cama justo cuando ella se acuesta y dormir de corrido hasta las 7 u 8 de la mañana. ¿Quién dice que voy a estar menos cansada cuando nazca Chiara? ¿Por qué habría de ser más fácil con ella afuera? Por eso es que no me veo todavía en el punto de decir “¡que ya nazca por favor!”, quizás lo diga en la semana 37, quizás llegue a un punto de cansancio físico que si piense que es mejor tenerla afuera y no dormir que seguir cargando la panza, no sé, por ahora la prefiero conmigo en la panza, tener el control de mi rutina con Giulia en la que ya se, más o menos, qué hacer y cómo se va a dar el día, en la que puedo planear momentos de descanso y recuperarme si fue un día duro.