miércoles, 6 de enero de 2016

¡Y llegó Chiara!

Me juré que esta vez no me demoraría ocho meses, como me demoré con el blog de Giulia, en escribir sobre el parto de Chiara. Cumplí, ¡recién van siete meses! La verdad lo debí y pude hacer antes pero la flojera pudo más. Esta vez creo que no fue falta de inspiración (más bien espero que no me falte ahorita que finalmente me siento a escribir) sino dejadez o, más que dejadez, ganas de disfrutar no haciendo nada más que estar con mis hijas (y descansar cuando se pudiera). Digamos que me tomé un verdadero post natal.

En los primeros días después del parto tenía este post listo en mi cabeza, ahora no tanto así que tocará hacer memoria e improvisar.

¿Cómo fue mi parto? Pues en una palabra ¡RAPIDO! Tuve el parto que deseaba, pude sentir las contracciones y decirle a Alberto “es hora de ir al hospital” como quería. No me tuvieron que inducir, di a luz sin epidural, fue perfecto. No fue como me lo imaginé porque supongo que ningún parto es pero igual creo que jamás me lo hubiera imaginado así.

Ese día, el 27 de mayo, tuve un día ajetreado. Estuve en la calle con mis papás “volantuseando” y en tiendas. Fuimos a Tesco a hacer compras (en nuestro metro bien contentos, creo que de regreso si tomamos un taxi) y hasta nos quedamos a almorzar ahí. Una amiga peruana, en son de broma, me había dicho que comiera chifa (la fusión de comida china con toque peruano que se come en Perú) porque dicen que eso te hace parir. Pues comí “chifa” (en realidad comí chino hungarizado supongo pero lo importante era la parte china creo) y hasta le tomé foto a mi plato para mandárselo a mi amiga.


De vuelta a la casa a eso de las 4pm, mis papás se fueron a recoger a Giulia al nido y yo me quedé sola, descansando un rato porque estaba muerta con la caminata. Estaba cansada y medio adolorida, pero nada que no se pudiera explicar con el día que había tenido. Mientras estaba en la casa “decidí” que ya tenía que dar a luz, que al día siguiente que iba al ginecólogo para mi chequeo le iba a pedir que haga una maniobra para ver si empezaba el trabajo de parto en los próximos días, antes que se cumpla la semana 41. Así se me acababa el estrés de estar yendo a mis chequeos diarios y la angustia de que en cualquier momento me dicen que me tienen que inducir. De hecho, cuando fui al parque a alcanzar a mis papás y a Giulia, me encontré con unos amigos y les anuncié que yo “daba a luz mañana, a más tardar el jueves”. ¡Estaba decidido!

Volviendo a la casa para cenar –como a las 7pm-, empecé a sentir un dolor medio raro, pero nada muy fuerte, la verdad no sabía bien qué era, como hincones pero suaves, lo que si me resultaba sospechoso era que se repetían cada cierto tiempo. Se los comenté a mis papás y a mi prima por whatssapp pero no estaba muy convencida de que fueran contracciones, eran como cólicos. Cociné y cené normal y cuando llegó Alberto –que justo ese día llegó tarde- le dije lo que sentía pero que no estaba segura si eran o no contracciones, que podían ser contracciones de mentira pero que igual mejor comiera bien por si nos tocaba una noche larga.

Como seguía sintiendo dolor, a las  22:16 llamé a mi doula y le comenté lo que pasaba. Ya los hincones estaban siendo más regulares y más frecuentes pero aún no me dolían mucho. Ella me dijo que habían dos posibilidades: que no me dolieran porque no eran fuertes (y no de verdad) o que no me dolieran porque A MI no me dolían. Me recomendó que me tomara una copa de vino y me diera una ducha de agua caliente. Dijo que si son contracciones falsas, pararían con esas dos cosas, que si no paraban, probablemente seguirían y sí era trabajo de parto. No hice lo del vino, no sé por qué, pero si me fui a duchar. Y las contracciones no pararon. Me quité mis anillos (creo que me quedé sólo con el aro), pulseras y aretes largos y me vestí con el look hospital que ya tenía pensado. Le dije a Alberto que mejor se echara a dormir por si acaso y yo me quedé sentada en el sofá de la sala chateando con mi prima, tomándole tiempo a las contracciones y esperando que me duelan más para decidir hacer algo.

A las 23:17 me di cuenta que Réka, la que había sido mi doula en el primer parto y que vive en Estados Unidos, estaba conectada en el Messenger de Facebook (¡felizmente!) y le escribí. Le conté la situación y le pregunté, ya que ella es la única, además de Alberto, que me había visto dar a luz, si creía que las contracciones –que en ese momento ya eran cada 5 minutos- no me dolían porque faltaba más tiempo o porque a mí no me duelen porque tengo una tolerancia alta al dolor. Su respuesta fue: “eres tú, yo que tú me voy moviendo”. En ese momento, llamé a la obstetra que había contratado especialmente para que atienda mi parto, le mandé un SMS a Agota, la doula que estaba pendiente (antes le había dicho que las contracciones no habían parado y que cualquier cosa le avisaba), desperté a Alberto y llamé al taxi. Eran las 23:51. Mientras esperaba que Alberto bajara, fui al baño. Y ahí se apuró todo aún más.

Yo sabía que durante el trabajo de parto te recuerdan ir a orinar con frecuencia para vaciar la vejiga para que esta, por estar llena, no bloquee la salida del bebe. Bueno, eso era exactamente lo que estaba haciendo mi vejiga, bloqueando la salida de Chiara. En el momento que fui al baño y estando aun esperando a Alberto y al taxi, las contracciones pasaron de ser cada 5 min a ser cada 2… y repito, ¡estaba aún en mi casa! Ahí ya el dolor era un poco más intenso, aún súper soportable pero ya no quedaban dudas de que estaba por dar a luz.

Bajé a tomar el taxi a las 12 de la noche exactas, según Alberto el taxista tenia cara de preocupación. Yo ya en ese momento dejé de monitorear las contracciones y de comunicarme con el mundo exterior (hasta hacía poco seguía manteniendo informadas a mi prima y a un par de amigas). Las contracciones ya eran como cada minuto. FELIZMENTE era media noche y llegamos en diez minutos al hospital. Cuando llegué, en la recepción de la maternidad estaba sólo la enfermera de turno que cuando le dije cada cuanto eran las contracciones casi se cae de espaldas. Claro que la caída de espaldas no le impidió pedirme el contrato con el hospital para registrarme (¡!)…

Nos llevaron a mi cuarto y Alberto tuvo que ayudarme a desvestirme y ponerme la bata porque yo ya no atinaba a nada. Caminamos a la sala de parto y cuando llegué no había NADIE, sólo yo y Alberto y la enfermera de turno que, muy linda, me ayudaba sobándome la espalda. Le pedí que me pasara la pelota de yoga para sentarme (así hice todo mi trabajo de parto de Giulia), di bote dos veces y se rompió la fuente. Yo de verdad que me había olvidado por completo de la fuente y de que se tenía que romper. Me agarró por completo de sorpresa. Según Albero que mi cara de sorpresa fue muy tierna… En ese momento, llegaba la obstétrica literalmente corriendo mientras se ponía el gorro y los guantes; atrás llegaba Agota que, muy diligentemente traía su hervidor de agua en la mano (yo le había dicho que quería que me pongan paños tibios al momento de las contracciones para ayudarme con el dolor). Cuando vio la escena, casi que tiró el hervidor porque se dio cuenta que no iba a haber tiempo para ni media jarra de agua hervida. Ahí no más llegaba la doctora – que era la de turno porque mi doctor no llegó a tiempo, de hecho, al día siguiente me contó –mientras se disculpaba como loco- que apenas lo llamó la obstétrica salió y en el camino llamó al hospital y la doctora de turno le colgó el teléfono en la cara diciéndole “no puedo hablar, tu paciente está casi dando a luz”-.

En ese momento si, no voy a mentir, el dolor era súper intenso. Tan intenso que, ilusa yo –sabiendo la respuesta y a pesar de no querer una en teoría - le dije a la doctora “¿creo que no va a haber tiempo para una epidural, no?. Ella, en vez de reírse en mi cara –cosa que dada la escena, no me hubiera ni ofendido creo- me dijo “primero te controlo y luego vemos”. Bueno, me controló y el veredicto fue: ¡la cabeza está casi afuera! En ese momento yo ya le estaba diciendo a Agota que necesitaba pujar. Me subieron (porque a mí ya no me respondía el cuerpo) a la camilla y, literalmente, en dos pujadas, a las 12:38am salió Chiara. De hecho me tuvieron que pedir que puje despacito. Al final di a luz con aro y reloj puesto, nunca hubo tiempo de ponerme los antibióticos con los que se supone tenía que dar a luz… si no es porque era así de tarde, quizás hubiera podido dar a luz en el taxi.

Inmediatamente después de que nació, me la pusieron encima y no me la quitaron sino hasta después de dos horas. Para nada, ni para lavarla, ni para medirla o pesarla, para nada. Me la dieron tal cual nació y así se quedó hasta que tocaba que yo también me parara para lavarme y caminar a mi cuarto. La tuve encima mío, piel con piel, tapada con una colcha de las que yo misma había llevado al hospital (la verdad no sé por qué no me dieron una pero fue lindo que fuera así). A la hora de sacar la sangre del cordón umbilical, a diferencia de lo que hicieron cuando nació Giulia que la alzaron para hacer que la sangre del cordón baje, las doctoras se tiraron al piso para que la sangre caiga, ni para eso me la quitaron.

Como era de esperarse, mi Chiarita se arrastró hasta la teta y lactó por primera vez como a la media hora de haber nacido. Yo que sabía que eso pasaría, no sé por qué sentía que la quería ayudar, y de hecho le pregunté a Agota si debía acercármela y ella me dijo que no, que la deje hacerlo sola. Y eso hice. Y eso hizo.


Debo decir que dar a luz sin epidural no fue para nada grave. Si, el dolor fue intenso, pero ese dolor fuerte duró muy poco, quince minutos como máximo. Es cierto que cada parto es distinto, algunos son más dolorosos e intensos que otros y cada mujer también es distinta, cada una resiste al dolor de manera diferente pero una de las cosas que creo es que uno le tiene mucho miedo al dolor porque no sabe cuánto va a durar. Quizás si uno supiera que el dolor fuerte va a durar 15, 20, 30 minutos y nada más, se lo aguantaría y ya, uno se prepararía mentalmente para aguantar. Es el no saber cuánto tiempo más va uno a tener que aguantar el que te hace querer usar anestesia…así fue como lo sentí yo al menos. Y claro, no hay forma de saber cuánto va a durar (¡a menos que tengas la cabeza del bebe ya afuera!).

Alberto no podía creer lo “fácil” y rápido que había sido todo, de hecho, cuando salió Chiara me dijo “¡si me aseguran que va a ser así otra vez, yo me animo a tener un tercero!”…como si lo más difícil de tener hijos fuera parirlos.

Lo más difícil del parto, tal y como me lo habían dicho mis amigas que no habían usado epidural, fue la revisión post parto y los puntos que –una vez más innecesariamente- me pusieron (aunque sólo fueron dos). Esta vez tampoco me rasgué pero, para variar, la doctora insistió, a pesar del consejo en contra de la obstétrica, en poner puntos en dos pequeños rasguños. Además, la revisión post parto fue más exhaustiva de lo normal porque me dijeron que en partos así de rápidos hay más riesgo de desgarres internos. La doctora que me atendió, aunque muy buena, no había tenido hijos y no sabía lo sensible que queda una (o lo sabía en teoría) y –por lo tanto- fue muy poco delicada. De hecho, en algún momento le tuve que decir que por favor me dejara en paz un rato y me dejara disfrutar el momento por unos minutos (Agota estaba orgullosísima de mi por haberme defendido y Alberto decía que me vio sufrir más con el post parto que con el parto mismo).

En cuanto al bonding con Chiara, fue mucho más fuerte que con Giulia. No se si fue el parto no medicado (se supone que hace diferencia), el hecho que ya era mamá y sabía lo que se siente por un hijo o que estaba mucho más relajada con todo (o una mezcla de las tres cosas). Pero de hecho, desde el momento mismo que nació fue diferente. No es que la quisiera más de lo que quiero a Giulia ahora pero si más de lo que la quise al momento que nació y durante los primeros días. Con Chiara todo fue más fácil, lo he disfrutado todo más. Desde el hospital, la etapa de recién nacida, todo. Hasta ahora que ya empieza a comer sólidos definitivamente estoy más afanosa que con Giulia (en parte quizás porque se supone que es la última y también porque quiero corregir los “errores” de la primera vez).  
Cuando mi Giulia nació, en el hospital estaba más pendiente de que se durmiera para pasarla a su cuna y como se me despertaba cada vez que la movía me frustraba; estaba más preocupada por poder descansar yo y para eso –según yo- tenía que ponerla en su cuna. Con Chiara no, si se dormía encima de mí y lloraba cuando la pasaba, pues la dejaba encima y dormía con ella ahí. No me obsesionó el tema de mi propio sueño… ya sabía cómo era y asumí las despertadas como algo que pasaría (además venía tan cansada de las últimas semanas de embarazo sin dormir que aunque me tuviera q despertar cada hora era feliz porque al menos lograba quedarme dormida). Con Chiara me tomé (y me sigo tomando) las cosas como venían sin hacerme problemas, hacía lo que había que hacer para estar las dos contentas. No me cuestionaba (y hasta ahora no lo hago) las cosas que hacía, ni pensaba en la opinión del resto o en si la voy a “malacostumbrar” a nada. Hacía (y hago) lo que me sale del corazón y ya.

Otra cosa que sentí muy fuerte fue un instinto de protección muy grande hacia Chiara (que además siento hasta ahora, lo sentía hoy mismo), de tener que quererla mucho porque como que era “la nueva”, la que todavía nadie quería (en contraste con Giulia que todos conocían y querían). Eso lo sentí los primeros días mucho y me regresa con frecuencia, sobre todo cuando la gente “se olvida” que Giulia también se despertaba de noche, también lloraba, también era una bebe normal. También sentí mucha pena por Giulia, por su tristeza, que a veces se le podía ver en la cara. Giulia nunca rechazó a su hermana, siempre la quiso, desde el primer día pero también desde el primer día –y hasta ahora- se notaba que me extrañaba. Eso ha sido y sigue siendo duro. Ojalá pudiera partirme en dos para darle la misma atención que le daba antes. Y si, ya se que no se acordará y que todos los hermanos mayores hemos pasado por eso y aquí estamos muy bien y sin traumas, lo se…pero también sé que para ella ha sido duro y que ha sufrido y eso a mi me estruja el corazón.
Así llegó Chiara, se tomó su tiempo pero una vez que decidió venir, no se hizo esperar.

Aunque se suponía que este es el último post, publicaré un último que será “Cronología del Parto en Imágenes” con la secuencia de los eventos del parto con las horas para que quede la constancia de lo rápido que fue todo…Y no, no son fotos del parto, son screenshots de todo lo que fue pasando hasta que finalmente nació Chiara


No hay comentarios:

Publicar un comentario